
Las alarmas sonaron hace algunos días: el fútbol argentino ya no es un proveedor de materia prima al mundo. Dicho así, es mentira. Argentina es el tercer país con más futbolistas jugando fuera de sus fronteras. Según el Atlas de Migración del CIES, hay 806 jugadores en 63 países. El problema, en todo caso, radica en el dónde: de las 10 naciones que más argentinos reciben, España y Grecia son los únicos representantes europeos en el top 10. Argentina provee, pero ya no a la elite.
El diagnóstico
Antes de poner el foco en lo que ocurre en Argentina, es importante tener una buena foto de lo que está pasando en las Big-5, las cinco ligas más fuertes de Europa: Premier League, La Liga, Serie A, Bundesliga y Ligue 1. Del 100% del dinero que invierten para reforzarse fronteras afuera, el 76% queda entre ellos: son transacciones entre gigantes, compras específicas para potenciar sus planteles. El 24% restante es destinado en otros mercados, o en el ascenso de esos países. Sudamérica, en base a un informe de FIFA TMS, pelea por el 5.1% del total: ese es el porcentaje que invierten en futbolistas fuera de federaciones UEFA. Es una cifra para algunos elegidos: si Argentina les vende poco es porque, hoy por hoy, importan poco.
No es el único indicador. La globalización y las nuevas tecnologías permiten que la detección de talento sea inmediata. Nuevos países se convirtieron en usinas de talentos. Un reporte del CIES publicado en marzo de 2020 releva en qué club fuera de las Big-5 comenzaron sus carreras los jugadores que actualmente juegan allí. Boca y River son los únicos sudamericanos que aparecen entre las 20 canteras que más proveyeron, y ninguno está entre los diez primeros. Ajax, Benfica, Sporting Lisboa, Red Bull Salzburg, Genk, Real Madrid Castilla y Barcelona B, lideran la lista. Bélgica, Holanda, Austria, Portugal, y los países bálticos son los nuevos destinos favoritos de los scouts. Ahí hay talento bueno. Y barato.
Ahí está la competencia.

Históricamente los clubes sudamericanos vendieron en montos altos: entre 2000 y 2009, el 11% de los 100 pases más caros de cada mercado eran futbolistas provenientes de estas latitudes. Entre 2014 y 2019, la cifra bajó al 3%: en 2019, el único futbolista entre los 80 más costosos fue Rodrygo, el brasileño que pasó del Santos al Real Madrid en 45 millones de euros.
No se trata únicamente de la jerarquía. Las negociaciones también generan trabas. Varios equipos extranjeros confiesan que dejaron de comerciar con clubes argentinos por la complejidad en las transacciones: “Es difícil cuando te piden hacer transferencias a cuentas en Dubai o a inversores”, relata alguien cuyo club dejó de contratar argentinos. Otros se quejan del precio elevado. A nivel instituciones, tampoco hay políticas proactivas de ventas: algunos equipos no están acostumbrados a darles entradas a los scouts regionales para que vean a sus talentos en vivo, una instancia decisiva antes de ejecutar una compra. En Brasil, cuenta el jefe de reclutamiento de un club europeo en The New York Times, “te invitan, te dan una vuelta por la academia, te ofrecen un café, te hablan de los jugadores. Son más transaccionales”.

La búsqueda de expectativas
“Yo empecé mi carrera en Argentina pero mi cabeza la terminé de formar en Europa”, dice Nicolás Burdisso, vendido de Boca al Inter de Milán a los 23 años. La adaptación es uno de los principales problemas. Los equipos europeos quieren validar al futbolista en otro certamen de su continente. Quieren verlos en el paso previo: aclimatarse al ritmo de los entrenamientos, a la nueva cultura, cuentan algunos jugadores que brillaron en Europa, puede durar seis meses. Prefieren que ese riesgo lo tome otro.
Las potencias buscan expectativas, y cuando compran lo hacen en momentos determinados. Según un reporte elaborado por Big Data Sports, durante los mercados de transferencias entre 2016 y 2019, el promedio de edad de ventas de Argentina directo a las Big-5 fue de 21.5 años. La media cambió según el campeonato: 23 años en Francia, 22.8 en España, 21.7 en Italia, 20.6 en Alemania y 19.5 en Inglaterra. Después de los 23 años, es difícil que un futbolista salte directamente desde Argentina a las Big-5: la reciente venta de Lucas Martínez Quarta, de 24, a la Fiorentina de Italia es una de las excepciones.
No es solo en Argentina: en el mercado de verano 2019, dos de cada tres compras de un equipo Big-5 fue un futbolista de 24 años o menos. Si son más grandes, salvo determinados casos, no les interesan.
El argentino se adapta, se desarrolla bien y encarece su valor. “La capacidad de adaptación del jugador argentino es una de las características más valoradas”, dice el director deportivo de un club europeo. Esa adaptación se refleja en los números: hay 78 en las Big-5. En España son la primera minoría de extranjeros, y en Italia la segunda. El problema, sin embargo, está en los clubes: como cuenta Roberto Parrotino en este artículo en Tiempo Argentino, no suelen disputar los partidos grandes de Champions League. “En Sudamérica hay buena relación precio-calidad, pero es comprar uva para hacer vino. Y las Big-5 quieren la botella terminada”, dice el chief scout de un club europeo acostumbrado a llevarse talento nacional.

Argentina, la casa matriz del fútbol regional
En 2019, los futbolistas argentinos fueron la tercera nacionalidad que más minutos disputó fuera de sus países de origen: 913 jugadores participaron de 1.248.965 minutos, indica el CIES. Solo Brasil y Francia los superan.
Los argentinos juegan… ¿pero dónde?
El país que más argentinos recibe es Chile: hay 128 al otro lado de la cordillera, 66 en la máxima categoría. “Les gusta el país, están cerca de sus familias y cobran en fecha”, cuenta alguien que conoce bien el fútbol trasandino. El segundo es Ecuador, con 68. El podio lo cierra Uruguay con 50. Dentro del top 10, hay cinco países sudamericanos: Perú y Bolivia son los otros dos. El grueso de los argentinos termina en campeonatos de Conmebol. Hay un dato que lo refleja con contundencia: el 41% de los extranjeros que se desempeñan en ligas sudamericanas son argentinos. Salvo en Colombia, en todos los países son la primera minoría. A los 26.5 años los buscan de ligas de la región, donde se alejan de la presión deportiva y cobran en dólares, una combinación imbatible en ese momento de sus carreras.

Los otros mercados en ascenso exponencial son México y Estados Unidos. Actualmente hay 44 argentinos en la Liga MX, y 41 en la MLS. Son la primera minoría en México, y la segunda en EEUU. Entre 2016 y 2019 fueron los dos países que más jugadores se llevaron de la extinta Superliga: una de cada tres ventas en ese período fue a América del Norte. México los adquiere a los 27 años de promedio, casi como una especie de última posibilidad de ganar dinero antes del retiro. Estados Unidos, a los 23, busca lo que antes se exportaba a Europa: Gonzalo Martínez, Ezequiel Barco, Marcelino Moreno, Nicolás Figal.
El éxodo ya no es únicamente a las vidrieras más brillantes.

¿Y qué queda en Argentina?
En la última Superliga hubo 725 futbolistas que disputaron al menos un minuto. El 30% son juveniles menores de 23 años: la expectativa, el diamante en bruto, el producto que desea Europa. Algunos ya saltaron a las Big-5: Alexis Mac Allister, Nicolás Domínguez, Lautaro Valenti, Facundo Medina. Otros están en certámenes de menor nivel, pero también en Europa: Juan Brunetta, Maximiliano Lovera, Adolfo Gaich.
El problema es la gama etaria media, los futbolistas entre 24 y 28 años. “Una liga fuerte es la que tiene esa franja competitiva porque son los que levantan el nivel”, dice un scout europeo. En Argentina son mayoría y no tienen pergaminos. El 34% de los jugadores que pisaron el césped durante la última Superliga están en ese rango de edad. Algunos estuvieron en Europa y no convencieron –Gino Peruzzi, Bruno Zuculini, Walter Montoya, Franco Soldano–, otros no se asentaron en equipos grandes y ahora deambulan por otros clubes de menor calibre –Fernando Zuqui, Juan Martín Lucero, Denis Rodríguez, Juan Kaprof, recientemente vendido a Italia-. La tercera categoría son los extranjeros que buscan el trampolín a Europa o a un mercado más oneroso –Jorman Campuzano, Sebastián Villa, Andrés Roa, Rafael Borré–. La última son los que siempre estuvieron aquí, los que nunca se fueron.
El resto de la población son mayores de 29 años, futbolistas sin valor de reventa, pero en algunos casos con rendimientos determinantes: un 25% tiene entre 29 y 33 años, y el 10% son mayores de 34. Es un porcentaje muy alto para una liga que necesita de las ventas para subsistir. Los más grandes –y todavía más si volvieron de Europa– marcan la diferencia: Lisandro López, Darío Cvitanich, Carlos Tevez, Enzo Pérez, Javier Pinola. El fútbol argentino recibe bien a los ídolos. Pero precisa formar a los nuevos.

Entonces, ¿hay soluciones?
Big Data Sports escuchó a varios especialistas y armó un punteo de cinco cuestiones que, según ellos, el fútbol argentino debería resolver a nivel estructural para recuperar parte del terreno perdido en la elite europea:
-Faltan formadores
En Argentina no quedan formadores. Tampoco formadores de formadores. Ni quien valide los conocimientos de los entrenadores asiduamente: con el título de técnico, ya están habilitados para hacer una carrera eterna. Los entrenadores de inferiores, a su vez, piensan en dirigir en Primera: la mayoría no tiene vocación en capacitar talentos. Quiere ganar y mostrarse en lugar de generar contextos para que los chicos crezcan. Eso se debe, también, por el dinero: el técnico de inferiores de un equipo de la Liga Profesional cobra alrededor de U$S 250 por mes.
-Poca competencia en inferiores y mala metodología
Los campeonatos de inferiores duran poco: comienzan a mediados de marzo y culminan en noviembre. Los torneos no son competitivos porque hay mucha diferencia entre algunos equipos y otros. Reestructurar el armado podría ser una solución para mejorar el nivel. Por otro lado, los chicos pasan cada vez más rápido a la cancha de 11, donde se les hace difícil entrar en contacto con el balón. Usan, además, pelotas grandes y desproporcionadas. Recuperar el baby fútbol en las urbes es vital.
-Obligar a los clubes a incluir juveniles en las listas de buena fe y resignificar las reservas
Crear un plan que obligue a los clubes a incluir obligatoriamente juveniles en la lista del campeonato. Eso forzaría el crecimiento. Al mismo tiempo, cambiar la metodología de la reserva: que vuelvan a jugarse los preliminares para que el futbolista sienta el roce, mejore su formación y cotización. La reserva no debe ser un depósito de los jugadores descartados del primer equipo, si no el paso previo al plantel profesional. Para eso, podría limitarse la cantidad de futbolistas mayores de 21 años que juegan.
-Educación y alimentación
El futbolista argentino viene más pobre, menos formado: los clubes les dan desayuno y, los que pueden, almuerzo. Tienen menos altura, menos desarrollo físico porque están mal alimentados. En algunos casos, dejan de entrenar porque se pierden la comida de sus casas. Una de las explicaciones a priori por la que se vende menos a Europa es, también, por el bajo nivel cognitivo de los jugadores. La mayoría de los clubes no tienen escuelas propias. Al no poder mantener una constancia en el colegio, al final muchos jugadores dejan de estudiar. Eso afecta el rendimiento deportivo.
-Falta de una planificación deportiva
El director deportivo cumple una tarea clave que es fundamentar: mostrar algo que los directivos o entrenadores no pueden ver. Es la persona que baja una línea, que genera políticas en el club para que haya pautas claras de trabajo. En Argentina todavía no está instalada.
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