
Era 2002. Me invitaron a dar una charla en una escuela de periodismo deportivo, que por entonces en Buenos Aires, sin ningún pudor, se fundaban de a decenas con la promesa de un horizonte de oportunidades para un trabajo emergente. Una vez terminado el encuentro, donde interesaban más las anécdotas sobre colegas que las herramientas para la profesión, le pregunté a uno de los alumnos presentes por qué quería ser periodista deportivo. “Fui a probarme a ´Camino a la Gloria´ y no quedé. Yo quiero tener algo que ver con el fútbol y me puse a estudiar periodismo deportivo”, me respondió un chico sub-20, que por lo que recuerdo, había construído su aspecto de futbolista.
Camino a la Gloria fue un reality show versión futbolera de la Argentina que premiaba al ganador con una prueba en el Real Madrid. Se anotaron más de 40 mil chicos. Para el tramo final del programa quedaron 42 proyectos de futbolistas que compitieron por esa oportunidad. Ninguno llegó a ser jugador profesional. Por entonces no teníamos tan claro que los participantes de los realitys, salvo excepciones puntuales, llegaban al punto más alto de sus habilidades solo para alimentar al propio reality show. Es decir, tenían talento para reproducir ese ecosistema de promesas, traiciones y emociones que derivaban en el favoritismo o el odio de la audiencia, para eventualmente votarlos o echarlos de la casa. Ya hemos aprendido que los futbolistas se hacen en los clubes, los cocineros en las cocinas y los cantantes en las clases de canto con profesores exigentes. En la televisión se forma la gente que trabaja en televisión.
Repasemos 2002. Real Madrid tenía a Zidane, Ronaldo (el primero de todos los Ronaldos), Roberto Carlos y Figo. Galácticos fácilmente inflamables para AS y Marca; Zidanes y Pavones para un nuevo modelo de construcción de club. Todavía no existían YouTube, Facebook, Twitter y el mensaje de texto comenzaba a ser la estrella del show. Pero internet ya comenzaba a llenarse de puntocoms de noticias que anunciaban un futuro sobre el cual todavía no teníamos mucha noción.

Google por entonces era solamente un buscador que en su home ofrecía la opción “Voy a tener suerte”, un botón que iba directamente a la búsqueda solicitada por el usuario y reducía sus posibilidades de éxito: según Google, solo el 1 por ciento de los usuarios hacía click ahí. “Voy a tener suerte” seguramente pensó ese chico que quería ser futbolista a partir de un reality show; y como no pudo, intentó ir directo hacia donde los jugadores buscan llegar cuando ya no juegan más: los estudios de televisión.

De todas maneras, la idea más fuerte de todas es la que se me hace presente casi 20 años más tarde y que de algún modo siempre vuelve: “Quiero tener algo que ver con el fútbol”. Estamos en una parte del mundo donde se supone todos de niños soñamos con ser futbolistas. O al menos el lugar común indica eso. Pero el alcance del concepto “tener algo que ver con el fútbol”, hoy, por suerte, es mucho más amplio que el probable destino de periodista deportivo.Incluso esa idea se transformó porque las nuevas generaciones buscan más la autogestión y construir su marca personal e identidad en entornos digitales, antes que desembocar en una profesión muy precarizada y que precisa una reformulación urgente. Llenaríamos el palco de prensa del Maracaná con la cantidad de periodistas deportivos que en su momento cambiaron el bloc de notas por la blackberry para dedicarse a representar futbolistas o ser jefes de prensa de alguien. Una vía rápida y segura de “tener algo que ver con el fútbol”.

Los trabajos del fútbol se multiplicaron. Hay nuevas necesidades y todavía surgirán más cuando las organizaciones hagan derramar el uso de los datos dentro de todas sus estructuras. En 2002 ni Florentino Pérez se animaba a hablar de industria. El deporte profesional en sus variantes competitivas, usinas de entretenimiento, desarrollo de negocios que capta talento de empresas, comunicación y todas las especializaciones que comprenden las áreas técnicas de un equipo, ofrece ahora muchas puertas de ingreso a una actividad que jamás deja de fascinar. Desde los analistas de datos hasta los scoutings que manejan herramientas gamificadas para dar con el refuerzo indicado. Los nuevos trabajos en el fútbol son como un abanico hecho de naipes al que se le agrega una carta nueva por año.
“Me gustaría ser jefe de big data de un club de fútbol…¿dónde puedo estudiar eso?”, me preguntó hace unos días otro sub 20 en una clase online sobre tecnología y datos en el fútbol. En estas semanas de amable convivencia entre la Euro 2020 y la Copa América, alcanza con scrollear la línea de tiempo de Twitter y observar la enorme cantidad publicaciones con análisis del juego, datos de jugadores y gráficos y videos que explican mucho. Son señales sobre cómo creció el interés por el fútbol desde una visión más profunda y enriquecida.
Me gustaría ser jefe de big data de un club de fútbol…¿dónde puedo estudiar eso?
Tanto es así que Pedri, figura del seleccionado español, no hubiera conseguido ser alcanzado por el viejo modo de presentar los eventos del juego y las métricas actuales si logran hacerlo. Hablamos de un futbolista de 18 años y de un equipo eliminado por Italia. Sabemos apreciar cuando un jugador “la rompe” en un partido, pero los datos ahora nos dan otra dimensión sobre una performance que fue casi perfecta.
En las redes se mezclan analistas vocacionales con plataformas y cuentas de expertos, por lo que saber discriminar una de otras es una tarea necesaria. Pero la voluntad de contribuir a la generación de conocimiento es para pararse y aplaudir. A medida que se sube en la pirámide del fútbol y se trepa el frondoso árbol de los clubes, ligas, federaciones, organizaciones y proveedores de soluciones tecnológicas, el paradigma “quiero tener algo que ver con el fútbol” se desplaza más hacia escenarios de gestión, planificación y analíticas. Ese futuro tiene mucho de aspiracional y “armar” un profesional para esos puestos, que nadie se ofenda, requiere de muchísimo más que la formación para ser periodista deportivo.
Una mirada de helicóptero nos permitiría capturar mejor la dinámica laboral vinculada al fútbol cuando sucede fuera del césped. Las transferencias de jugadores y entrenadores ya forman parte de un negocio inherente con el fútbol mismo. Las gerencias de marketing también registran desde hace un tiempo un flujo de nombres que van y vienen entre los clubes. Unos y otros, si son fanáticos de los colores, mejor. Pero está aceptado que lleguen por otras razones.
Lo que sucede ahora es que la creciente profesionalización de las áreas de gestión dan vida a un nuevo mercado de pases, al que deberíamos comenzar a normalizar. A riesgo de caer en varios olvidos, porque casos hay muchísimos, haré algunos nombres. Podríamos hablar de Monchi y Víctor Orta como directores deportivos que consolidaron sus carreras en diferentes clubes. Andrés Zanotta del fútbol brasileño a la MLS es otro caso.
Nicolás Burdisso tuvo su experiencia bautismal en Boca en 2019 y ahora maneja la secretaría técnica de AC Fiorentina. Carlos Benavides pasó de gerente general de Bolivar a director general en Celaya. Gustavo Silikovich llevó su experiencia de la gerencia general de River Plate a la Federación Ecuatoriana de Fútbol. Luis Roggiero fue uno de los autores intelectuales de Independiente del Valle y ahora viaja a Chile para ser director deportivo de la “U”. Patricia Rodriguez Barrios constituye uno de los ejemplos más contundentes de estos tiempos: ya fue directora general en Eibar, Elche y ahora es Consejera del Granada FC, además de haber sido VP de La Liga.

El fútbol siempre estuvo lejos de ser una actividad definida por la calma. “Es una industria emocional y que tiene un mercado ineficiente”, dijo hace algunos días Rasmus Ankersen durante Summit Liga MX . Bajo esos parámetros, el piso siempre estará resbaladizo y habrá cambios de nombres en cualquiera de sus áreas según sople el viento.
Todo esto no significa que el fútbol se ha transformado en un sector que cuenta con una oferta laboral infinita. De lo que hablamos es de una era en la que “tener algo que ver con el fútbol”, en los últimos 20 años, no solo generó más empleos sino que inventó, en el sentido más creativo del término, nuevos trabajos que le agregan valor a un juego que dejó de ser solamente un juego.
Tener algo que ver con el fútbol en 2021 implica acceder a una plataforma multipropósito que requiere de nuevas habilidades, generará nuevos oficios y que demanda de una capacitación constante. Venimos de 100 años de construir una cultura y una tradición. Ahora se trata de llevarla a otro nivel.
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