
Un consejo: el primer NFT de oferta limitada y de escasez programada que la AFA debería lanzar, una vez que cierre con algunas de las cuatro compañías con las que negocia desde hace casi dos meses, tiene que ser el del final del partido contra Brasil cuando todo el equipo corre a abrazar a Messi. Nunca se vio algo así. Las celebraciones en el fútbol suelen ser anárquicas; los que están cerca se buscan hasta que el grupo completo, titulares y suplentes, coincide en un punto de encuentro en el campo y hace de todos los festejos, uno solo. Messi cumplió con ese ritual: se desplomó y rompió en llanto cuando sonó el pitazo final. Fueron sus compañeros los que sin plan, sin guión escrito en estos tiempos de gritos de gol con coreografía ensayada, tuvieron en el mismo instante la misma reacción. Abrazar a Messi y luego revolearlo por el aire fue una muestra de amor grupal sin precedentes. Quienes dan charlas motivacionales para consolidar equipos de trabajo tienen un powerpoint hermoso ahí.

Cuando terminó la final en el Maracaná comenzó a consolidarse una idea: finalmente el fútbol saldaba la deuda que tenía con Lionel Messi. A segundos del final del partido, medios digitales como Bleacher Report, 443 y Yahoo Sports, pero también la cuenta oficial de la Copa América, ubicaron a Messi por encima de la conquista del seleccionado argentino. Argentina no ganaba un campeonato desde 1993. Esa frustración excedía al propio Messi: cuando debutó en la Selección, en 2005, la Argentina ya llevaba 12 años sin ganar campeonatos. No vamos a perder el tiempo en explicar todo lo que significó el peso de tirarle el equipo a Messi por la cabeza para que ayude a la Argentina a ganar “algo”. Esta vez fue el equipo el que ayudó a Messi. Fácil de decir, difícil de hacer.
El fútbol le debe un título a Messi. ¿Qué significa que el fútbol haya saldado una deuda con Messi? ¿Qué había más allá de esta idea repetida como un mantra hasta el sábado pasado? ¿Por qué, con sus récords, sus cifras increíbles, su reconocimiento universal, su inspiración a niños y niñas de todo el planeta, sus jugadas de playstation, sus arranques como relámpagos, su pequeño cuerpo pasando por donde no hay espacio, su fútbol imposible, en fin, Messi todo, por qué el fenómeno estaba incompleto? La respuesta está en todo lo que contiene la pregunta: porque Messi llegó a ser una máquina tan perfecta de producir fútbol que se fusionó con el juego mismo. A ese juego le faltaba una copa en alto con la camiseta de su selección.
Un futbolista nacido para crear emociones y producir datos
La carrera de Lionel Messi se desarrolló en paralelo con la explosión del uso de los datos en el fútbol. Un día habrá que hablar seriamente sobre este punto: cuánto contribuyó la existencia de Messi para consolidar la idea de que el fútbol también podía ser objeto de estudio con las estadísticas avanzadas. Sus acciones generaron papers y se pusieron bajo la lupa como si se tratara del genoma humano. ¿Se acuerdan de este de 2014?: Lionel Messi is Impossible. Los científicos de datos detectaron que algo pasaba con el fútbol jugado por este jugador fuera de escala. La Copa América se cerró con estos datos viralizados que ubican a Messi por encima de muchos futbolistas de la Euro 2020.

En Big Data Sports somos fanáticos de los datos en contexto y hay que admitir que esa comparativa de “Messi vs todos los futbolistas de la Eurocopa” tiene su sesgo y algunas particularidades. Por empezar toma todas las métricas en las que Messi se impuso y descarta aquellas en las que no fue dominador. Entre las que no se cuentan, hay algunas fundamentales: fue el futbolista que más jugó en la Copa América con (630 minutos) junto con Pedro Gallese, arquero de Perú. Ese “exceso de presencia” le permitió sumar más aciertos en todo los rubros comparado con cracks de la Euro 2020 que jugaron menos partidos.
Pero esto también nos dice mucho sobre Messi: quiere jugar siempre, no quiere salir nunca. Quiere tirarse encima todo el fútbol que haya disponible, sin descansar ni aún cuando puede, como sucedió con su presencia en la fase de grupos contra Bolivia. Datos comparativos así, con Messi, aunque no sean del todo correctos, son perfectamente creíbles. Con otro jugador, no
Son años y años de procesar el fútbol de Messi como insumo para darle impulso al uso de los datos. Messi revolucionó tanto el juego que hicieron falta nuevos instrumentos de medición para traducir a un lenguaje universal lo que sucedía cada vez que pisaba el campo de juego. “Messi es Maradona todos los días”, dijo hace muchísimo tiempo el periodista Santiago Segurola, que no suele mirar el fútbol a través del prisma de los datos. Pero no importa porque lo ve muy bien
“Preparar un partido en el que va a jugar Messi implica un doble análisis: tenés que analizarlo a él por un lado y al equipo por otro. Eso no pasa con el resto de los equipos. Nosotros reunimos a los volantes y a los defensores para decirles cuáles eran las zonas en las que se iba a ubicar, todas las posibles asociaciones que iba a tener con sus compañeros y en que sector le asignaríamos un marcador y quiénes harían la doble marca que acompañe cuando reciba. Luego estaba lo otro: explicárselo de un modo sencillo y convencerlos de que sería posible que lo logren”, me confía un analista que en 2021 tuvo que pensar la estrategia de su equipo para enfrentarlo. Así de complejo es.
Antes de la Copa América, Messi jugó La Liga 2020/21. Un campeonato de bajo vuelo para los niveles acostumbrados del Barcelona. Pero observen en el tweet que sigue a continuación, cómo Messi lideró la combinación asistencias y goles en la temporada: superó a todos los jugadores de La Liga, pero obtuvo el decimotercer peor registro personal en ese rubro desde 2007/2008. Messi solo pierde contra Messi. Otra frase célebre para describirlo, en este caso a cargo de Jorge Valdano: “El mejor es Messi y el segundo, Messi lesionado”.
Messi solo vende fútbol en la era de los mil mensajes
En estas épocas en las que los atletas simbolizan tantos conceptos, Messi es el sustento del fútbol como deporte. Es el animal que garantiza la reproducción de la especie. En esa simpleza está su fortaleza y su singularidad. CR7 puede ser un icono de la confianza y de la autosuficiencia; Neymar encaja como reflejo de la juventud desprejuiciada y de corte tiktokero freestyle. Todos los deportistas influencers “venden” otra cosa a partir de su personalidad y factores de interés.
En ese sentido, aunque no lo parezca, Messi es más salvaje que todos los demás. Es el diamante en bruto que tiene el fútbol para conectar con las nuevas generaciones que ya no miran los 90 minutos del partido completo. Los otros futbolistas de elite también tienen herramientas para capturarlas, pero Messi lo hace con el juego. Sin agregados y sin segundas intenciones. Por eso su comunicación de entrecasa, sin artificios, es tan creíble como eficaz. En su imperfección radica su impacto. Creativos, sportsmarketers y asesores le cambiarían todo si pudieran. Ni lo intenten.

Messi vende fútbol. Lo hace por su creatividad y por su manera de competir. Por supuesto que también tiene sus contratos y sus decenas de convenios de letra chica, que lo pusieron al tope de los 50 deportistas más comercializables en 2020 según Nielsen Sports. Pero el fútbol no es un medio para otra cosa. Es el principio y el final de su camino. Su perfil le permitiría encajar en todas las épocas porque en estos tiempos de los propósitos, los valores y los mil mensajes posibles que hay que abarcar a partir de un posteo en Instagram, Messi se queda dentro del juego. Cada vez está más “viejo”, más padre y cada vez en mejor sintonía con los niños que tienen las edades de sus hijos.
La alegría global y la convicción de que las piezas finalmente encajaron como debían, confluyen en esa mirada única de compensación y justicia reparatoria por todo lo que Messi hace por el fútbol. Era al fútbol al que le faltaba algo si Messi no levantaba una copa con la selección argentina. Esa sería la manera más acertada de verlo.
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PD: Messi y los niños. Le tocan la puerta una vez que llega a la Argentina tras ganar la Copa América y vean lo que sucede.
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