
«Todos los tenistas son muy emocionales, sólo que algunos saben ocultarlo mejor que otro«, dice Naomi Osaka en un juego de «Verdadero/Falso» hecho para Olympic Channel. En ese video se ve a una Osaka algo chispeante, ecualizada hacia arriba. Todo lo contrario es lo que se encuentra en el documental de Netflix que revela el alma sombría, constantemente al borde de la congoja, de una tenista que se presenta como vulnerable, sentimental y que destruye tal vez para siempre la noción de seres superpoderosos como las multitudes imaginan a los héroes y heroínas del deporte.
Naomi Osaka es un documental de tres episodios producido por Uninterrupted, una usina de la factoría de contenidos creada por LeBron James y su socio Maverick Carter. El recorrido atraviesa los diferentes momentos de la carrera y la vida personal de la tenista que a los tres años dejó Japón para irse con su familia a vivir a Los Angeles. Mamá japonesa, padre haitiano, movilizados hacia Estados Unidos para encontrar otro tipo de futuro.
«Yo no quería que mi madre trabajara más. Muchas veces la veía dormir en el auto. Un padre de Haití, con una madre de Japón que querían tener una hija que fuera tenista. Era eso o ser pobres. Creo que lo consegui», dice Naomi en su tono triste de narración que cruza el documental de principio a fin. Miren cada vez que puedan la mirada de Osaka. Contiene frialdad, miedo, tristeza, distancia, melancolía. Un reflejo absoluto de una serie de emociones que tienden a la baja y que ella hace saber sin complejos y valentía. Apenas Ellen, en su set de TV, consigue arrancarle un poco de alegría.
Es interesante detenerse en algunos textuales del documental para comprender la profundidad de la atmósfera en la que transcurre:
- «En los entrenamientos soy un robot, repito uno y otro día lo que tengo que hacer. Es como cualquier otro trabajo».
- «A veces me parece ridiculo todo el nivel de atención que recibo. No tiene sentido»
- «Nadie sabe todo el esfuerzo que hay que hacer solamente para ser bueno (…) Ni siquiera se si soy tan buena»
- «Cuando veo una niña llorar, me hace llorar a mi también. Yo quisiera que nadie tuviera que llorar».
- «Antes de ganar el US Open (en 2019) nadie me conocía y nadie se enteraba cuando yo ganaba o cuando perdía. Ahora todos lo saben y eso es mucha presión».
- «Todos en la vida atravesamos desafíos. Los míos son los partidos de tenis y a la vista de todos. A mi me ven cuando fallo, y a veces no sé como manejar esas frustraciones»
El documental se hilvana con la narrativa de la propia Osaka con esa cadencia tan particular y atractiva que tiene para expresar sus ideas, con ese final de oración en la que parece que el pensamiento, o la respuesta, se formulan como una pregunta. La intimidad de Osaka y sus reflexiones de tipo haiku sobre la trascendencia humana, parecen demasiado para una tenista. Pero no cabe ninguna duda que Naomi Osaka ha llegado para romper un molde, como ya lo hemos contado en la ocasión de su abandono en Roland Garros por su postura frente a las conferencias de prensa.
¿Será así esa Generación Z a la que Naomi Osaka representa? ¿La estaremos escuchando cómo se debe?
La ferocidad en la cancha se mezcla con un backstage sin filtro que Osaka comparte con la audiencia de Netflix. Entre giras, competiciones, momentos con su novio, Naomi Osaka plantea sus dudas existenciales, cuestionadoras del entorno en el que se mueve, mientras encadena sesiones de fotos publicitarias y compromisos con marcas que a primera vista surgen contradictorios con el relato. «Naomi está sola en la cancha. Pero están su madre, su padre, sus amigos y los millones que la siguente. Y todos, absolutamente todos, tienen una opinión para dar. Eso es mucha presión», dice su agente Stuart Duguid, en total sintonía con el discurso de su clienta.

Naomi Osaka es un icono de esta era. No es una tenista más ni una celebrity que se suma al pesebre de los grandes nombres del deporte. Osaka viene con otra matriz. Es de una época en la que mostrar sentimientos, sentirse vulnerable y exhibirlo, mostrar su mansión recién reformada de Los Angeles con un vestuario interminable y al mismo tiempo mirarse al espejo, aburrida, nada conforme con el «outfit» que tiene puesto.
Osaka no se desliza hacia una postura de adolescente que lidia con la tristeza, sino que por momentos lleva la tristeza en su alma y la muestra en un documental. Todo perfectamente creíble, como el Pikachu de peluche que aparece en su cama queen matinal. ¿Será así esa Generación Z a la que representa? ¿La estaremos escuchando como se debe? Los momentos más reveladores del documental, de tres episodios, los encontramos cuando Osaka pone su cámara en modo selfie y revela su estado emocional luego de una derrota.
La Generación Z a la que pertenece es totalmente abierta a «stremear» sus sentimientos sin anestesia y buscando soporte en la comunidad de sus redes. El advenimiento de estos comportamientos sorprenden a quienes arribamos mucho antes a este mundo. Nunca antes una generación se ocultó menos que la Gen Z. Nunca antes una deportista de elite tuvo menos pruritos para comunicar sus emociones como lo hace Naomi Osaka.
Osaka no se desliza hacia una postura de adolescente que lidia con la tristeza, sino que por momentos lleva la tristeza en su alma y la muestra en un documental.
Hay un guión que la ayuda muy bien a consolidar ese estado de ánimo. Naomi Osaka cuenta un cuento en el que todo el tiempo el subtexto pareciera ser «no te creas que es fácil estar donde estoy, ni creas que quiero estar acá…en realidad no se muy bien que quiero, pero mientras tanto lo hago». Eso que hace es jugar al tenis. Ser una de las mejores. Pero mucho más que eso: es el icono de una generación, un emblema del deporte femenino y una voz amplificadora de estos tiempos con sus revueltas sociales y reclamos. El documental oficia como un noticiero recordatorio del mundo reciente: incendios en Australia, los estragos de la pandemia y las manifestaciones contra la violencia racial en Estados Unidos, a las que la tenista le puso el cuerpo .
Naomi Osaka es, sobre todo, una chica emocional, que se involucra con los hechos y sin egoísmos. El documental de Netflix vale la pena solo para recordar la manera en la que contuvo a Coco Gauff cuando le ganó en el US Open 2019. Osaka la destrozó en la cancha. La ternura que mostró luego con su rival descubre como pueden hacer para convivir las contradicciones que Naomi Osaka parece tener en su alma.
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