
Una breve reflexión sobre la viralización de esta escena en la que dos fanáticos miran el partido Troyes-Rennes desde un jacuzzi ubicado en una de las cabeceras de la cancha.
Las estrategias de los clubes para capturar la atención de los fanáticos, para sobresalir entre las decenas de partidos que se juegan en las ligas más importantes del mundo, llevan sin dudas a extremar la creatividad y las propuestas para ser relevantes. Es el caso. Luego hay que ver a qué costo.
El asunto puede hacer algo de ruido (y también hacer agua…) cuando el mensaje es que el fútbol precisa de una instancia de entretenimiento superior para ver deporte en vivo en los estadios, siendo una experiencia que escasea en tiempos de consumos multipantallas y masivos: son los menos los que van a los estadios y los más los que lo consumen a distancia. El valor agregado del vivo presencial -disculpen la redundancia- se vuelve más valioso todavía.
Enriquecer la visita al estadio el día del partido es una misión ineludible para los clubes. ¿Debe hacerse con acciones fuera de contexto o con otras qué enlazan directamente con el corazón del de la propuesta original?
Precisar de una experiencia superior al momento de ver un partido, que no necesariamente tiene relación con el hecho de lo que propone el espectáculo deportivo, podría dar un mensaje equivocado: el jacuzzi en un estadio deja al fútbol como un commodity insuficiente, que requiere de otra clase de estímulos para que el asunto valga la pena.
Puedo estar equivocado. ¿Qué piensan ustedes?
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