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Cómo un director deportivo puede crear el sentido de pertenencia en un club

Hay un axioma que aborda a los directores deportivos y que parece tan arraigado, tan metido, que puede intoxicar al fútbol. La premisa dice que el puesto debe ser exclusivo para personas del ‘riñón’: profesionales vinculados sentimental o históricamente al club que los contrata. Hinchas y dirigentes no le exigen preparación al que ocupa el puesto que gobierna el área central: le exigen amor por la institución.

Así empezó el fútbol: era un deporte amateur en el cual los futbolistas defendían un escudo, una camiseta, una idea. El espíritu amateur resiste en algunos lugares, pero con el tiempo se transformó. Carlos Bianchi no tenía nada que ver con la historia de Boca hasta que la reescribió entera. Martín Palermo era un delantero criado y forjado en Estudiantes de La Plata hasta que marcó a Boca para siempre. Lucas Pratto, Juan Fernando Quintero y Gonzalo Martínez, los héroes de Madrid, jamás habían tenido relación alguna con River hasta que hicieron tres goles inolvidables. El fanático, al final, quiere jugadores que rindan y entrenadores capaces de planificar el partido perfecto. En el campo y en el banco de suplentes, lo que vale es la capacidad. En los escritorios, en la gestión, importa el sentimiento.

La idea del sentido de pertenencia gusta en el hincha, y está bien porque aglutina al colectivo. El sentido de pertenencia se compone de ideas y momentos que construyen al nosotros alrededor de una identidad. Estudiantes de La Plata es una familia, y los hijos de esa familia van dejando un legado generación tras generación. Ese ADN funciona como una guía perfecto para marcar el camino deportivo. Pero aquí vale una pregunta más amplia: ¿son solo los hijos de un proyecto los hombres capaces de dirigirlo? ¿Por qué pesa tanto la idea de ‘ser del club’? ¿No puede alguien llegar de afuera y también convertirse en uno más de esa familia? ¿Debe sí o sí ser uno de los ‘nuestros’?

El fútbol está cambiando. Los partidos se ven en todo el mundo y en cualquier dispositivo. Las nuevas generaciones consumen más videos y resúmenes que juegos completos. Muchas áreas de los clubes comenzaron a profesionalizarse. Los jugadores que antes se vendían a Barcelona y Roma ahora van a Inter Miami y Atlanta United. Cada vez más países proveen futbolistas a las Big-5. El juego es más dinámico y hay cada vez más desarrollos para profundizar el análisis. Pero el área que debe gestionar el core, lo que ocurre en el césped, no cambia: sigue siendo territorio exclusivo de dirigentes o viejas glorias.

Víctor Orta ya pasó por varios equipos de Europa y en todos dejó su sello.

Sudamérica tuvo a muchas glorias a cargo de las direcciones deportivas. Los clubes usaron a los ídolos como parabrisas perfectos para contener las tormentas. Nadie les pidió credenciales ni proyectos. Alcanzaba con tenerlos en una oficina para mantener viva su figura. Alcanzaba con sus goles viejos para conducir un área que demanda decenas de habilidades que no tienen nada que ver con patear la pelota. Haber jugado 100 partidos en Primera no garantiza saber analizar a un futbolista, ni comandar el proyecto de divisiones inferiores, ni manejar a un grupo humano, ni darle contención a los jugadores, ni elegir los lugares adecuados a donde ceder a los juveniles, ni a manejar el presupuesto del área, ni comunicar correctamente, ni a construir relaciones con otros clubes. Ser director deportivo no es que la hinchada te aplauda, te admire, te idolatre. Ser director deportivo algo mucho mayor que requiere una preparación mucho mayor.  

El director deportivo debe saber a qué club llega. Debe saber qué le gusta a la gente, qué tipo de fútbol aplauden y qué tipo de fútbol se juega en esa liga. Qué objetivos tiene la dirigencia y de qué recursos dispone. Qué modelo desarrollan las divisiones inferiores y cuáles son los países que invierten en su talento. Todo ese conocimiento específico del lugar puede adquirirse sin haber jugado o sin ser hincha de ese club: no es necesario haber sido un ídolo para entender de qué se trata el lugar donde estás trabajando. Es necesario informarse, moverse, investigar.
 

Un interesante documental de BeIN Sports y La Liga para entender con claridad la función de los directores deportivos.

Este humilde texto breve pretende decirle una sola cosa a hinchas y dirigentes: juzguen a los directores deportivos por sus trabajos, no por sus orígenes. Juzguen por cómo desarrollan el modelo deportivo y por cómo se vincula con la historia de sus clubes. Juzguen capacidades y no teman por ir a buscar a candidatos que hayan pasado por otros lugares. En Europa y en Brasil ya es normal verlos cambiar de equipos: son actores buscados en el mercado por sus capacidades de liderazgo y conducción, por su conocimiento futbolístico, no por si son hinchas de un equipo u otro. 

O voy todavía más lejos: el fútbol está formando profesionales increíbles que jamás pisaron un campo de juego. Víctor Orta, director deportivo del Leeds, nunca jugó al fútbol. Luis Roggiero, jefe de la revolución de Independiente del Valle, tampoco. La complejidad del deporte demanda perfiles potentes en otras materias que para el sentido común no tienen nada que ver con el fútbol, pero que vienen a aportar preguntas y soluciones diferentes. Llegan con ideas nuevas y necesarias.

Al final, así como al jugador se lo evalúa por su rendimiento, al director deportivo debe medírselo por cómo gestiona el fútbol. Eso es lo único que debería importar.