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Periodismo deportivo: lo que pueda hacer un algoritmo, lo hará un algoritmo (por suerte no es todo)

Me llegó a un grupo de Whatsapp de periodistas-amigos (amigos-periodistas, a esta altura) un párrafo de los tantos artículos que circularon desde el lunes pasado sobre cómo New York Times y Los Angeles Times decidieron disolver, achicar o reconvertir la sección Deportes de esos diarios. En algunos de los casos, cambiar el perfil de abordaje de la agenda deportiva, cruzarla con hechos sociales, políticos y negocios; en otros casos directamente eliminar coberturas relacionadas con partidos, ligas y jugadores.

Intervine en la conversación del grupo con esta idea:

 “Llego con malas noticias. Lo que pueda hacer un algoritmo, lo hará un algoritmo. Cubrir partidos hace rato que no tiene sentido”.

Los movimientos producidos en el New York Times con The Athletic ya dentro de sus entrañas y como estructura deportiva que cubrirá los acontecimientos, generaron a su vez otro movimiento pendular: periodistas deportivos del Times distribuidos hacia otras secciones -moralmente devastados, porque quieren dedicarse al deporte y no a otros menesteres- y a su vez la presunción de que The Athletic precisará más recursos humanos para sus coberturas y eso supone el scouting y reclutamiento de periodistas de otros medios.

Algunas versiones indican que periodistas de la sección deportes le darán fortaleza a la sección Economía para analizar la industria deportiva desde ese mirador.

Es cierto también que cuando el New York Times se resfría, todo el mundo periodístico estornuda. Todos quieren la innovación que al NYT le funcionó, pero ahora temen compartir el mismo futuro. Los modelos de negocios de los medios periodísticos cambiaron drásticamente y a nadie escapa que el periodismo se volvió una profesión precarizada. El asunto es qué hacer con eso.

The Athletic ya nació como un medio deportivo más en sintonía con su época. Las coberturas long read y hasta las historias mínimas están apalancadas en una cultura de datos para la producción de sus materiales con el uso frecuente de soluciones como SkillCorner, StatsBomb y otros proveedores de estadísticas avanzadas. Periodismo deportivo para la generación criada con los videojuegos, que tienen una visión diferente sobre cómo se analiza, se consume y se disfruta el deporte.

Son temas sensibles y siempre lo fueron. Se trata del ejercicio de una profesión que en ocasiones se beneficia con el avance tecnológico. Casos testigos a favorvemos partidos por TV que se juegan en otros países, escribimos sobre ellos y nos pagan. Googleamos sobre personajes lejanos, cruzamos un par de datos y referencias, le ponemos oficio y sale el texto. Y también nos pagan por eso. Tecnología que patea para el mismo arco que nosotros. Nada que protestarle al árbitro.

Pero en otras ocasiones el periodismo deportivo sufre la evolución tecnológica y la vive como una amenaza. Sucede en muchos oficios: tareas que llevaban muchas horas para su realización son sustituidas por procesos y hasta por sistemas. En ciertos casos hay personas que son liberadas de tareas arduas y en otros directamente son reemplazados. 

Nada del todo nuevo en realidad. Todavía recuerdo las posturas soberbias de colegas del periodismo que, con el cinismo clásico de los viejos dogos de las redacciones, subestimaban la irrupción de Internet cuando los años noventa ya eran los dos mil, y aseguraban que el diario en papel tendría la solidez de las catedrales a través de los siglos. Todo sazonado con burlas y ninguneos hacia los chicos jóvenes que entraban para la web, reducidos a la categoría de data entries. Talento considerado menor ante esos ojos.

Lo grave no es solo que se hayan equivocado, sino el grado de certeza que manejaban sobre que determinado hecho no iba a producirse. Justamente viniendo de quienes ejercían una profesión dedicada a investigar, describir y explicar hechos. La percepción de la amenaza propia eliminaba cualquier instinto que llevara a la duda razonable. Eso no iba a pasar.

La evolución de los medios en Internet dio suficiente tiempo para impulsar cualquier noción de reconversión, que en ciertos casos tardó en comprenderse. Era cuestión de abrazarla, aceptar que se debe aprender todo el tiempo, admitir que algo no se sabe y ver cómo se lo incorpora. Ahora el tic tac ya no va a ritmo de reloj de arena. Pasamos de pocos cambios en mucho tiempo a muchos cambios en poco tiempo.

Las noticias sobre la confección de artículos automatizados (“notas algorítmicas”) lleva por lo menos tres años entre nosotrosHicimos un episodio del podcast sobre eso en julio de 2020. Mini artículos producidos por la inteligencia artificial que utiliza un par de datos que son commoditys para generar un encabezado. El talento de un periodista deportivo tiene que estar enfocado en construir algo más elaborado que eso.

Lo mismo ha sucedido con la producción de videos y highlights automatizados, que ya en 2017 comenzaron a experimentarse en Wimbledon. Una revolución en la generación de resúmenes que captaban la importancia del punto jugado, el momento del partido y la reacción emocional del público a partir de las ovaciones y el asombro. Un sistema de algoritmos que capta el sentimiento del juego y la atmósfera reinante, como puede hacerlo un editor.

Esa innovación, entre tantas otras, ahora ha evolucionado con la inteligencia artificial generativa para agregar comentarios de voz a los clips que se visualizan en la aplicación del torneo y producidos sin intervención humana. Un concepto que describe en audio lo que sucede en la acción y que además procura no ser reiterativo en la narración. También: como puede hacerlo un comentarista.

La idea de avance tecnológico colisiona con la sensación de derrumbe de una profesión que se siente en retroceso: el periodismo deportivo. Las señales que emitimos los periodistas de las viejas generaciones es lo que captan los creadores de contenidos de las nuevas: ven una Era de Hielo en plena transición hacia su liquidez. Y entonces, ir para ese lado, no les hace ningún sentido. 

Por eso tanta autogestión y esfuerzos para formar parte de alguna streaming house y apuntar menos hacia los estudios de TV. Integrar una redacción no es un sueño que tengan. También existe el camino inverso: periodistas y comunicadores cultivados en medios tradicionales que buscan en Twitch y en YouTube un retrato de Dorian Gray para sentirse vigentes. 

La mirada optimista es que una reconversión laboral, obligada por los desarrollos tecnológicos y las circunstancias que produce, encuentra en la capacidad intelectual y el talento periodístico nuevas escenas hacia las que moverse. Por supuesto que la decisión de medios norteamericanos de suprimir la cobertura de partidos y de ligas, es decir de aquellas cuestiones que pueden ser resueltas por procesos, suena fuerte y cruel. Pero todavía es necesario que se describan hechos, se expliquen razones y se ofrezca un contexto sobre lo que sucede.

Hace algunas semanas volvía en el auto de la cancha con mis hijos. Hubo en el partido un offside dudoso y varias circunstancias del juego que precisaban de una reconfirmación. La inercia tradicional me llevó a encender la radio, buscar una transmisión y estar atento a los comentaristas para que me saquen de la duda. Contrastar el partido que yo ví con sus impresiones del juego desde la cabina.

Para entonces, ellos ya habían buscado en redes el video del offside, comprobaron que estuvo bien que el gol no haya sido cobrado, buscaron el comentario de algún influencer o cuenta futbolera y listo. El postpartido ya se había evaporado.

Los periódicos y los medios tradicionales poco tienen para hacer frente a ese tiempo real. Una cobertura clásica del juego hace tiempo que no tiene sentido y debería ser apenas un insumo para sumar capas de conocimiento y comprensión del fútbol, el tenis, el básquet o el deporte que sea. 

Entiendo que esas son las instancias de cobertura que New York Times piensa abandonar. Entre profesionales y aficionados, hay mucha gente haciendo lo mismo y hasta gratis a cambio de construir su reputación. Un enfoque superador podría provenir desde una cultura de datos para reencender el fuego de una profesión. Una cultura de datos que cuenten una historia con panorama, creíble, visual, atractiva y profunda. 

Un eco mediático sin pausa, por ejemplo, dice que Boca gana de local y pierde de visitante. Dos equipos en uno. Ya lo sabemos. Todos lo vemos. Pero falta alguien que lo explique. Recientemente me mostraron datos procesados por una consultora dedicada al fútbol que demuestran -ya que estamos con este equipo- que Boca es el equipo menos atacado por el sector izquierdo y que tiene la expectativa de gol más baja de todo el fútbol argentino cuando es buscado por ese sector.  

Hay un Boca en la tabla de posiciones y otro que no está tan en la superficie. Y puertas adentro es un dato que los directivos deberían tener sobre la mesa cuando lleguen las ofertas imposibles de rechazar por Valentín Barco. Ni que hablar el propio jugador. Los datos pueden contar cosas que hasta parecen contradictorias: encontrar algo que funciona dentro de un equipo que no termina de convencer.

Cultura de datos es lo que impera en The Athletic, al que haríamos bien en no ver como el nuevo malvado. También en la desarticulada sección deportes del New York Times, porque desde esa plataforma profesional el periodista Rory Smith pudo escribir el libro Expected Goals: The story of how data conquered football and changed the game forever. Los datos están ahí para sumergirse, encontrar lo que no está a la vista y volver a la superficie con aquello que un algoritmo no puede producir. Ya creció toda una nueva industria del fútbol sobre esa cultura y toda una nueva cultura sobre esa industria.

Hay miles de historias en texto, audio o video que esperan ser contadas por periodistas talentosos, apasionados y dispuestos a aprender lo que toque en cada momento de sus carreras. En la última década el fútbol se volvió más abundante en posibilidades de empleo. Nuevas posiciones laborales inexistentes en años anteriores, aspiracionales también, en clubes, ligas y federaciones que ahora son consistentes a partir de la irrupción de la tecnología y los datos. 

El periodismo deportivo también tiene esas posibilidades. La tarea es titánica: demostrar que puede generar puestos de trabajo que antes no existían. Se comienza primero por entender a la audiencia y averiguar mejor qué quieren y qué no. El fútbol, el mundo y el periodismo deportivo es otro, presidente. O debería serlo.

Hace poco ví en un tweet un claro ejemplo de nostalgia romántica preventiva, añorando algo que todavía no sucedió. Sobre una foto de primera página de un libro, el texto decía algo parecido a esto: “Jamás una inteligencia artificial podrá escribir un comienzo de novela tan bello como éste”Lo primero que pensé es que eso está por verse. Y lo segundo fue que sin inteligencia artificial, tampoco. 

Hay también pésimos comienzos de libros y textos olvidables. Lo que no se tuvo antes de la inteligencia artificial tampoco se tendrá una vez que esté instalada. Hay ciertos dones que no se tienen. No todos podemos escribir comienzos insolentemente bellos de novelas, no importa lo que suceda con ChatGPT.

Son posturas distractivas que evitan abordar el tema principal: qué podría hacer un periodista deportivo, qué está a su alcance, para que las consecuencias imposibles de frenar de la evolución tecnológica que impactan en su profesión, no se lo lleve puesto. Cómo hacer para que lo rutinario lo hagan los procesos y lo relevante quede en mano de los profesionales que detecten cómo aportar valor por sus ideas, investigaciones, visiones y una noción de a que tipo audiencia le hablan.

Ese es el desafío. El mismo desde que Internet dio más de diez años de ventaja para darle alguna vuelta a la profesión. 

Lo que pueda hacer un algoritmo, lo hará un algoritmo. Todavía hay un montón de cosas que un algoritmo no puede hacer.

Debería comentarlo en el grupo de WhatsApp.