Pep Guardiola definió el trabajo del entrenador con la misma maestría con la que juegan sus equipos: “No hay tiempo para poder entrenar. Sólo es recuperación y partido. No hay tiempo para poder mejorar al equipo. Es sobrevivir”. Sobrevivir se transformó en una meta para los directores técnicos. Viven al borde de un acantilado, y el resultado es una ráfaga que puede ser letal.
El CIES se dedicó a estudiar la realidad de los entrenadores. Quiso saber cuánto duran en sus cargos. Analizó a 766 equipos que se hayan mantenido en primera división de 84 países entre enero de 2015 y diciembre de 2019. A lo largo de ese periodo, en promedio global, un técnico dirigió 40.6 encuentros. Duraron un poco menos que una temporada completa. En las Big 5, siempre analizando los clubes que estuvieron en la máxima categoría, la media se levanta: conservan sus puestos durante 48.6 juegos. El resultado es todavía más crudo si se miran los 10 certámenes de Conmebol: un técnico sobrevive durante apenas 29.1 partidos. Hablar de proyectos en estas latitudes es vender ilusiones.
La realidad sudamericana es tan cruda que aquí radican los tres clubes que más entrenadores contrataron en el periodo analizado del mundo: Real Potosí de Bolivia usó a 20 técnicos, y se mantuvieron, en promedio, durante 11.3 juegos; Cusco FC de Perú trabajó con 16 con 12.4 partidos cada uno; y Sportivo Luqueño, de Paraguay, tuvo 15 en 14.6 encuentros. Hubo 20 clubes –entre ellos, gigantes como Flamengo, Sao Paulo, Cerro Porteño y Atlético Nacional– que trabajaron con 10 entrenadores o más en esos cuatro años. De esa veintena, únicamente Flamengo, Cerro Porteño y Atlético Nacional, clubes tradicionales y poderosos de sus países, consiguieron campeonatos en el periodo analizado. El resto naufragó. En Europa es diferente: solo Udinese recurrió a 10 entrenadores.
Marcelo Gallardo es una anomalía: tan solo el 3.9% de los clubes que entraron en el estudio mantuvieron al mismo entrenador en esos cuatro años. River es el único caso de Conmebol, y Atlético Madrid, con Diego Simeone, el representante solitario de las Big-5. La mayor estabilidad se encuentra en la MLS: cuatro de sus entrenadores soportaron los cuatro años, y es la que tiene el ratio más bajo de técnicos por equipo.
¿Por qué se van los entrenadores?
Marco Garcés, director deportivo de Pachuca, responde a la pregunta con una idea simple: “Los entrenadores entran y salen por tres conceptos: manejar al vestuario, a la prensa y a los directivos. Esas son las tres cualidades máximas dentro de un entrenador. De fútbol saben todos”. Mauricio Pochettino, ex entrenador del Tottenham, definió su tarea con sencillez durante el último Golden Coach Congress: “Tenemos tres tareas: gestionar grupos (jugadores, cuerpo técnico y staff), transmitir principios tácticos y del juego, y transmitir emociones. De todo eso sale la performance”. Cuando algo de eso falla, las horas están contadas. En el mismo congreso, Ernesto Valverde, ex jefe del vestuario del Barcelona, señaló que el entrenador “es el responsable de generar una atmósfera que te sirva para ganar, un entorno grupal que ayude a conseguir éxito”. El problema es lo que ocurre cuando la atmósfera no se genera.
Monchi, director deportivo del Sevilla, olfatea la atmósfera y detecta cuando el entorno no se direccionó hacia el éxito. Ahí, dice en El Método Monchi, su libro, debe tomar una decisión: “Si un técnico suma muchas derrotas, es evidente que el mensaje no está llegando bien. Si el vestuario no le compra el discurso y se encuentra fracturado, hay que ver si es un problema coyuntural o estructural. Si no es posible reconstruir la situación, se tiene que ir el entrenador”. El resultado es el síntoma, no la enfermedad.
«A veces los clubes cambian tres veces de entrenador, y el problema no está ahí. Hay que entender el problema y atacarlo: si es el ambiente, los jugadores, la relación entre ellos. El entrenador puede ser el principal responsable. Pero yo prefiero entender bien el problema y, si es posible, atacarlo sin hacer grandes cambios”, aporta André Zanotta, director deportivo del Dallas FC.
Pero… ¿sirve cambiar al entrenador?
En Sudamérica está aceptado el cambio de entrenador con la temporada disputándose. Los hinchas suelen ser los primeros en pedir una revolución cuando los resultados no aparecen y las alarmas suenan. “No hay que dar muchos bandazos”, dice Emilio Vega, director deportivo de Alcorcón. “Si tienes un juego directo y no cuentas con mediocampistas que se destaquen como organizadores porque el entrenador que elegiste en verano prefiere un juego directo, no puedes cambiar por un entrenador que quiera tener la pelota porque tu plantilla no está armada para eso”, agrega.
“Hay estudios que lo avalan: en la mayoría de los casos, si se cambia al entrenador y estás décimo o décimo quinto, cambia muy poco: apenas subís dos puestos. Aunque ocurrió alguna vez, está comprobado que el cambio no te modifica la posición», señala Zanotta, de experiencia en tres clubes brasileños antes de desembarcar en la MLS.
Efectivamente, hay estudios que se dedicaron a estudiar qué ocurre cuando cambia el entrenador a mitad de temporada. Este trabajo de Carlos Lago Peñas titulado Aplicación de la regresión lineal en el estudio del impacto del cambio de entrenador sobre el rendimiento en el fútbol tomó una muestra de 276 cambios de entrenador producidos entre 1997 y 2007 en Primera y Segunda del fútbol español. El resultado es concluyente: aunque es cierto que el nuevo entrenador logra resultados en el corto plazo, el equipo retoma la misma pendiente después de cinco partidos. El impacto inmediato se explica porque se renueva la ilusión y se refresca la competitividad interna debido a que los futbolistas con menos minutos toman protagonismo. Pero a mediano y largo plazo, la mejora suele ser inexistente. En la última Superliga, de los 15 cambios de entrenadores, solo cinco equipos mejoraron sus posiciones en la tabla. El hechizo se acaba pronto.
Esta investigación ofrece otra arista para comprender la situación: el cambio puede ser bueno si un equipo que no pelea el descenso está rindiendo por debajo de lo esperado, pero no suele serlo cuando hay que recurrir a una modificación para mantener la categoría. La publicación analiza lo que sucedió en la Premier League entre la temporada 2009/2010 y el 2020, antes de la pandemia. En ese lapso, despidieron a 53 entrenadores. El 72% de esos despidos fueron de equipos en zona de descenso, o amenazados con perder el privilegio. De esos, el 53% alcanzó el objetivo. Apostar al cambio de entrenador para revertir la situación es como optar por un color en la ruleta. Es fundamental detectar el problema: un equipo puede rendir debajo de lo esperado por varios motivos.
José María Buljubasich, director deportivo de Universidad Católica, lo dice de una manera elegante: “A veces no es saber de fútbol, a veces es saber de qué se trata”. El entrenador es el eslabón más fácil de romper, una salida de emergencia para descomprimir al entorno. Pero él puede estar fuera del conflicto. A la hora de apretar el gatillo, es importante entender que durante el tiempo en el cual no encontró al equipo, el técnico construyó conocimiento: sabe qué duplas no funcionan, cómo entrarle a cierto futbolista, y qué se le puede pedir al grupo. El nuevo líder va a necesitar de ese tiempo para ganar confianza y comprender dónde está el secreto para sacarle el mejor rendimiento posible al plantel.
Es que a veces, al final, no se trata de sobrevivir. A veces se trata de que los dejen vivir.
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