
Naomi Osaka puso sobre la mesa dos temas que invitan a pensar y reflexionar: el cuidado de la salud mental de los atletas y la importancia de las conferencias de prensa. Por supuesto que uno es más relevante que el otro. Se conoce la historia: Osaka, número dos del ranking mundial de tenis, publicó en redes sociales que no se presentaría a las ruedas de prensa posteriores a sus partidos en Roland Garros; las autoridades del torneo, en sintonía con los otros tres Grand Slam, le advirtieron que ese tipo de comportamiento significaría inicialmente una multa de 15.000 dólares y probables descalificaciones futuras. Naomi Osaka optó por retirarse del torneo y justificó la decisión en función de padecer y atravesar “largos períodos de depresión” desde que ganó el Abierto de Estados Unidos 2018. El regreso al circuito, por ahora, es incierto.
Su fragilidad ante la prensa, a la que siente cruel en momentos de derrota, se respaldó en un asunto tan delicado como su salud mental. Sin embargo, esa cuestión en principio de tono personal, ecualiza con otra información que también se conoció esta semana: una investigación de FIFPRO muestra que casi el 38 por ciento de los futbolistas sufren síntomas de algún problema de salud mental a lo largo de su carrera. La organización lanzó una campaña global al advertir que desde el inicio de la pandemia de COVID-19 ha aumentado la cifra de jugadores que experimentaron este tipo de dificultades y se estima que entre el 20 y el 25 por ciento de los jugadores, hombres y mujeres, han manifestado atravesar turbulencias con su propia salud mental. Naomi Osaka no está sola. De hecho, cuestiones como la depresión, ansiedad, consumo de sustancias y trastornos emocionales afectan a cualquier persona y de cualquier actividad en esta y otras salas. FIFPro invita a los futbolistas a que se animen a hablar de estas cosas y pidan ayuda.
Una de las cuestiones que plantea el estudio de FIFpro es el prejuicio instalado hacia las celebridades del deporte como íconos imposibles de ser alcanzados por algún tipo de depresión. Figuras todopoderosas por sus logros deportivos, el reconocimiento popular y las ganancias producidas por esa performance. Naomi Osaka encaja perfectamente en esa mirada: es actualmente la atleta mujer mejor paga con 55 millones de dólares ganados en los últimos 12 meses; 50 millones de esos ingresos provienen de patrocinios y no de premios por competir, a pesar de contar con 4 títulos de Grand Slam capturados en Australian Open y US Open.
Cuando se observa el gráfico elaborado por Sportico, Naomi Osaka aparece en el corte que marca a los atletas que ingresaron más dinero por contratos que por resultados deportivos.

La revelación de Naomi Osaka invita también a ser un caso de estudio desde diferentes ángulos de la industria del deporte. Osaka hizo sus anuncios a través de sus redes sociales. Arribó a semejante confesión luego de cuestionar en un primer posteo el sentido de las conferencias de prensa en los torneos de tenis y la situación incómoda que atraviesa cuando los periodistas la confrontan tras una derrota. La tenista japonesa tiene antecedentes: cuando perdió en la primera ronda de Wimbledon 2019, tuvo que abandonar la ronda de prensa al sentirse en un estado de congoja que no le permitía continuar. “Creo que estoy por ponerme a llorar”, le dice a la encargada de comunicación que la acompaña. Se aprecia claramente hacia el final del video que publicamos a continuación.
Las nuevas generaciones con las que Naomi Osaka conecta sin intermediarios enseguida se pusieron de su lado y comprendieron a su sujeto de admiración. No entienden que las organizaciones deportivas tienen sus reglamentos, que deben ser cumplidos, que las estrellas no son excepciones y que una conferencia de prensa es un espacio donde el deportista ofrece su versión oficial de su rendimiento deportivo y de su testimonio.
La Generación Z que consume todo lo que provenga de Naomi Osaka no entiende por qué una tenista debe sufrir en el momento en el que una entrevista colectiva se transforma en un interrogatorio. Tampoco repara en que la conferencia de prensa es un ámbito donde esos testimonios oficiales, sobre un triunfo o sobre una derrota, son espacios también patrocinados y que conforma el ecosistema propio de un evento deportivo.
Acá es donde dos mundos colisionan. Las organizaciones que digan que las conferencias de prensa son el lugar donde los deportistas conectan con sus fans están faltando a la verdad. Fueron eso, pero ya no lo son. En todo caso las conferencias de prensa son lugares imperfectos donde todavía hay periodistas que intentan ir más allá de lo que se vio. Preguntar para saber y luego contar. Pero los fanáticos ya no están ahí. Hace rato que no.

Naomi Osaka tiene un hilo de voz para las conferencias de prensa, pero en los últimos tiempos ha sido una de las amplificadoras más potentes que tuvo el deporte frente a las situaciones de violencia racial y discriminación que, en el fondo, revelan otra patología de la llamada salud mental. Osaka ganó el US Open 2020 y en cada presentación en un estadio vacío por la pandemia, lució un barbijo diferente en homenaje a víctimas de la violencia racial.
En una crónica del New York Times se describe aquel episodio: ”(…) El analista de ESPN Tom Rinaldi le pidió a Osaka que explicara por qué había entrado en cada uno de sus siete partidos con una mascarilla con el nombre de una víctima negra de violencia racista.
«¿Cuál era el mensaje que querías enviar?» , le preguntó Rinaldi a Osaka .
-«Bueno, ¿cuál fue el mensaje que recibiste?» respondió ella. «Siento que el punto es hacer que la gente empiece a hablar sobre esto».
Otra situación emblemática se dio en el torneo WTA de Cincinnati, anterior al US Open, pero disputado en el mismo escenario de Nueva York ya que el tenis estaba retomando su actividad en modo burbuja. El 26 de agosto se registró en Wisconsin el asesinato de un ciudadano negro por parte de la policía y ese día la NBA, la WNBA y la MLB suspendieron sus juegos. Naomí Osaka debía salir a jugar su partido de cuartos de final y se dirigía al court para anunciar que se retiraba en señal de protesta. Su agente, Stuart Duguid, le pidió diez minutos para que pudiera comunicarle su postura a sus sponsors y al propio torneo. En ese lapso, la organización del campeonato decidió suspender la jornada. Prefirieron perder un día de acción antes que perder a Naomi Osaka. Buena elección.
La revisión de estas situaciones también marcan una época: su agente, de la poderosa IMG, no intentó hacerla cambiar de opinión para no alterar el vínculo con sus patrocinadores. La autenticidad de Naomi Osaka es por lo que también pagan esos sponsors. Por eso Nike la apoyó con un comunicado cuando la tenista ofreció sus razones para retirarse en Roland Garros y no presentarse a jugar la segunda ronda del torneo. «Nuestros pensamientos están con Naomí. La apoyamos y reconocemos su valentía al compartir su propia experiencia de salud mental», se leyó en el statement que la compañía emitió desde sus oficinas en Londres.
Los seguidores tuvieron comportamientos diferentes según fuera la plataforma: cuando Osaka comunicó su abandono en Roland Garros, aumenta y se fideliza la audiencia en Instagram y decrece la de Twitter.

Desde ya que asesores de prensa están detrás de la gestión de la comunicación de una atleta de alto perfil como Naomi Osaka. Dueña de una trascendencia que probablemente escapa de su deseo, pero que inevitablemente existe. Los comunicados publicados por Naomi Osaka huelen a consultor de imagen, pero esas proclamas son la parte menor de su contacto con los fans. Sus redes se ven auténticas y ese es el personaje al que sus fans tienen acceso y al que adoran. Una buena tercerización de los mensajes, en todo caso, contempla la esencia fácilmente detectable de quien habla en esas publicaciones en las redes sociales.
La historia del deporte profesional consumido por las masas le debe mucho a la prensa deportiva. Se trató de una relación simbiótica para narrar la épica de los grandes acontecimientos y la construcción de los atletas como nuevos héroes de los tiempos modernos, donde quiera que esos tiempos hayan quedado. El periodismo y el deporte han cambiado tanto que hoy es difícil encontrar una narrativa sobre los deportistas que nos estremezca como audiencia a partir de la fortaleza del relato. Mucho de eso tiene que ver la transformación tecnológica que modificó las maneras de cubrir informativamente el deporte. La pereza del periodismo también.

No hay tiempo acá para describir exactamente qué fue lo que sucedió. Pero dejar al periodismo deportivo, aún en las conferencias de prensa, como apenas un revolvedor de los escombros emocionales de un atleta, es injusto e incompleto. Llegado el caso, tanto para Naomi Osaka como para cualquier otro deportista de elite, las redes sociales tienen odiadores tan intensos como dañinos. Al menos el periodista que lo sea pone su cara y su nombre al momento de impactar negativamente.
Esta época del deporte tiene otras particularidades que ya no se pueden ignorar. El avatar de Naomi Osaka en Instagram se tiñe el pelo de rosa como muchas de sus seguidoras. Su mundo es el de la inclusión. Alcanza con conocer su línea de bikinis para entender cuántos tipos de mujer abarca su propuesta estética. Sus fans esperan que sea sincera con temas como la depresión y otras características humanas que antes caían por el abismo entre el atleta y el fanático. Una personalidad que queda en evidencia hasta cuando participa en un rodaje para Levi´s.
Porque Naomi Osaka pertenece a una generación de deportistas, y en consecuencia a una generación de fans, que ya no sienten temor de hablar sobre estos temas en público. Sus vidas transcurren bajo otro concepto de lo que es la intimidad y la privacidad. Aunque no quieran contárselo a la prensa.
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