Dos países limítrofes definidos enteramente por su pasión por el fútbol. Apenas dos horas y minutos de avión para conectar Buenos Aires con San Pablo o Río de Janeiro, y décadas de discusiones para determinar si Maradona es más grande que Pelé. En selecciones: una rivalidad evidente y atractiva para todo el mundo. Entre clubes: un complejo de inferioridad disuelto hace rato por los equipos argentinos para “hacerse fuertes” en campo ajeno, en las “estancias” brasileñas cortesía del Boca de Bianchi, el Estudiantes de Sabella y el River de Gallardo. Definirlo en la ida. Aguantar o buscar la épica como visitantes, según toque. “Ojo que si les metes un gol en los primeros quince, ellos se c….”, dicho alegremente en la previa, donde cualquier discurso es posible a costo cero para el emisor.
Ese es el péndulo entre el fútbol argentino y el fútbol brasileño. Mirado desde la Argentina, el bocado futbolero consagratorio está ahí nomás. Siempre al alcance de la mano. A 180 minutos de distancia. O menos, como en la final de la Copa América 2021. Podrá ser visto así en el campo de juego, pero ahí se acaba. En todo lo demás lo que tienen en común es un abismo. Los amalgama justamente aquello que los separa.
Buena parte del periodismo de fútbol en la Argentina, ciertas mañanas, se levanta de la cama sorprendido por la revelación de un fenómeno pretendidamente novedoso, cuando en realidad el elefante estuvo todo el tiempo en la habitación. Eliminados en masa los equipos argentinos en la Copa Libertadores, la diferencia de poderío económico entre el fútbol argentino y el fútbol brasileño se instaló en versión coral como la madre de todas las explicaciones.
La reacción en manada para debatir el asunto cometió un olvido grave: Defensa y Justicia le había ganado no una, sino dos veces a Palmeiras. Y con la misma justicia que lleva en su nombre publicó este irónico tweet como un recordatorio general por la omisión del título de la Recopa Sudamericana 2021 como su segunda conquista para el fútbol argentino tras ganar la Copa Sudamericana 2020.
Luego de eso tuvo que resistir la tentación, como cualquier poseedor del anillo en los relatos de Tolkien, de suponer que el resultado se expande más allá del campo de juego. Defensa y Justicia no se convirtió en un equipo con más presupuesto y mayores ingresos que Palmeiras; por el contrario, tiene un modelo de negocio muy bien trazado como ya hemos destacado.
¿Tiene el fútbol brasileño más poder económico que el fútbol argentino? Lo tiene y desde hace tiempo. No es esa la única razón para imponerse en los 90 minutos, pero el error está en imaginar equivalencias porque el resultado queda del lado del club argentino. Es el instante en el que los clubes argentinos ganan, compran lo que no pueden y gastan lo que no tienen. Ese túnel deriva en dejar ir a futbolistas por la deuda que el club tiene con ellos y esa cancelación luego es vista como un buen negocio. En el mejor de los casos, dejarlos irse libres como un modo de premiarlos. Descapitalización por diferentes medios. Un círculo vicioso solamente justificado para ver si en el medio se consigue “ganar algo”.
La dificultad que tiene el fútbol visto desde la Argentina es la escasa perspectiva global para analizar el mapa. Cada uno lo observa desde su club. Entonces ganarle un día al rival brasileño genera esa ficción de paridad económica que luego los datos derrumban. La falsa creencia de que el resultado deportivo iguala la disponibilidad de recursos. La famosa construcción la idea de “estar a la altura”. Eso puede durar un momento, incluso dar un campeonato, pero los volúmenes de negocios, derechos de televisión y estructuras de ingresos marcan la diferencia. La mirada totalizadora, su ausencia, es la gran trampa que tiene el fútbol argentino. Se pretenden clubes fuertes con ligas débiles. Ya no funciona así.
Otra idea es qué tipo de parámetros elegir para comparar los dos mercados futbolísticos. ¿Cuáles son los indicadores de rendimiento similares como para medirlos? El gran inconveniente es que no existen instrumentos cómo para analizar equivalencias. Esa es la gran confusión que generan los 90 minutos del juego que ocasionalmente ponen cerca lo que no lo está.
Hay un problema desde la raíz: un país como la Argentina tiene tantos habitantes como Flamengo hinchas de su equipo. La demografía es un condicionante enorme para cualquier política de ingresos basada, por ejemplo, en “socios torcedores o adherentes”. Brasil tiene más de 209 millones de habitantes; Argentina cuenta con casi 45 millones.
Los campeonatos estaduales en Brasil continúan siendo una referencia deportiva interesante. A los argentinos, que miran poco y nada fútbol brasileño, les llega el eco de esas competiciones cuando los periodistas de campo de juego repasan a pedido los últimos resultados del rival de turno. Argentina se basa en una competencia única, engordada con los anabólicos de 26 equipos que distorsionan cualquier mirada desde la performance y los negocios. Hay más “bebés” en camino: serán 28 en 2022.
Más diferencias: en Brasil los clubes pueden ser empresas y tener dueños. Cada institución negocia por su lado los derechos de TV. Una trabajosa negociación club a club le permitió a Globo quedarse con los derechos de los 20 equipos del Brasileirao con distribución de partidos en TV abierta, cable y pay per view. Globo tiene gran masa de jogos ao vivo (342 partidos) y WarnerMedia retuvo otro puñado. Los clubes, a pesar de establecer negociaciones individuales, tienen establecido un esquema único de reparto:
–40 por ciento en partes iguales
-40 por ciento por ubicación en el campeonato
-30 por ciento por cantidad de partidos transmitidos
En TV abierta Globo decide la cantidad de partidos que pondrá al aire. Según estimaciones del mercado, los clubes brasileños ingresan un piso de 326 millones de dólares por derechos de TV domésticos. En la Argentina, con el peso devaluado y el fútbol también, Cristian Malaspina, presidente de Argentinos Juniors y VP de la Liga Profesional, actualizó los ingresos de los derechos de TV en “43 millones de dólares billete”, que serían equivalentes a 85 millones de dólares en el mercado paralelo de divisas.
Argentinos y brasileños podrían jugar su propio Mundial sobre cuáles son con las cifras reales de su fútbol. A pesar de eso se aprecia que las diferencias son grandes afuera de la cancha. Yendo a los clubes, recordamos acá el convenio entre Flamengo y Mercado Libre como para entender la dimensión de Brasil como mercado con el fútbol como punto de partida.
La política argentina a nivel nacional, en el actual estado de cosas, hace inviable un acercamiento de Mercado Libre, de origen argentino, al fútbol argentino. Pero esta es otra historia.
Si situamos el ejercicio comparativo en la valuación de los planteles de fútbol, según las estimaciones de Transfermarkt, se puede observar el liderazgo de equipos como Flamengo y Palmeiras, con cierta cercanía de Boca y River del lado argentino, como para suponer que la diferencia “no es tan grande” con los clubes argentinos. Los datos muestran el valor de mercado promedio por jugador por plantel, con Flamengo que apenas supera los 4.8 millones de euros por futbolista.
Acá es donde se produce una distorsión ya asimilada con la que se analiza el fútbol argentino: como la diferencia con Boca y River “no es tan grande”, es el fútbol argentino el que no está lejos. Es el efecto Bover aplicado a la mirada global del tablero económico y deportivo. Si miran otra vez el gráfico superior podrán observar cómo el núcleo de clubes brasileños con planteles más cotizados es más consistente con respecto a los argentinos.
Boca y River son los que alternativamente discuten sus 180 minutos de juego con Flamengo, Athlético Paranaense, Atlético Mineiro y ocasionalmente, con éxito, Defensa y Justicia contra Palmeiras. Cada uno puede hacer a gusto su listado mental sobre los clubes argentinos que antes disputaban territorio con los equipos brasileños, en ese “hub” de la región que es la Copa Libertadores. Especialmente en los tramos decisivos, que es cuando un mal resultado enciende las alarmas.
Nuevamente: lo que interesa es la mirada global, el promedio de clubes de uno y otro mercado. La salud económica del fútbol se mide por el reparto de la torta. “1.300 millones de dólares en Brasil, contra 400 millones de dólares en la Argentina”, según le contó Mariano Elizondo, ex CEO de la Superliga Argentina de Fútbol, al periodista Andrés Burgo.
Brasil es el mayor exportador mundial de futbolistas. Según el Atlas de Migraciones del CIES, en 2019 tuvo 1.600 jugadores negociados y el 74.6% jugó en equipos de primera división. Argentina ocupó el tercer lugar con 972 futbolistas (75.5%). La formación de talentos es marca registrada de los dos mercados, pero otra vez la demografía hace su tarea y el destino de las ventas es fundamental para leer bien esos datos. Pero la ecuación se invierte cuando revisamos el poder de compra y recompra que tiene Brasil con los futbolistas propios y extranjeros. Al margen de la valoración monetaria de los planteles, los clubes brasileños pagan fichas más altas que los argentinos. Argentina no tiene fuerza económica para retener el talento antes de que explote y mucho menos para recuperar jugadores que no funcionaron en el exterior.
Brasileirao, con 20 clubes, es una liga valuada por Transfermarkt en poco más de 1.000 millones de euros. La Liga Profesional de Fútbol de Argentina, con 26 clubes, en 788 millones de euros. Actualmente los futbolistas argentinos son la segunda minoría de extranjeros en la Serie A de Brasil (13 futbolistas) detrás de Colombia (18). Solamente hay un futbolista brasileño en la primera división del fútbol argentino. MLS es la segunda liga en valuación del continente con un estimado de 990 millones de euros, lo que marca sin necesidad de abundar en detalles, que el valor de los futbolistas en las plantillas no definen el poder económico de los clubes.
Podríamos seguir con las comparativas hasta casi el infinito. Medir incluso quien tiene más futbolistas menores de 20 años entre el top 100 con más minutos jugados en primera división. Obviamente, ya lo hizo CIES: 8 brasileños, 7 argentinos. Pero otra vez las diferencias sutiles: hay cuatro brasileños en el top 20, con Matheus Martinelli (Fluminense, nacido en 2001, 36 partidos en primera) en el quinto lugar, mientras que Facundo Farias (Colón, 2002, 21 partidos) figura en el puesto 29.
Los datos llevan a que la balanza se incline para Brasil, lo cual no implica hablar de perfección ni de un modelo que no tiene fisuras. Se adivina que contar con una organización de campeonatos más estable, con un número ideal de 20 equipos, puede contribuir a la salud económica de la parte más alta de la industria del fútbol sudamericana. Negociar derechos internacionales es menos problemático para Brasil.
El resultado del célebre partido de 180 minutos no siempre se explica desde la economía y el poderío de los clubes. Llegó la hora de admitir que el resultado, la épica cuando aparece, o la locura desatada por la definición por penales, tampoco es suficiente para explicar todo lo demás: ingresos, alcances del marketing, derechos televisivos, tecnología aplicada a los entrenamientos, monetización de la multitud. La tentación de comparar es grande, pero como vimos, los indicadores no “matchean” entre sí.
Acá no hay novedades. No pasó nada diferente a lo que pasaba hace cuatro meses cuando comenzaba la fase de grupos en la Copa Libertadores. El elefante ya estaba en la habitación desde antes del sorteo y mucho antes de la pandemia.
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