Bienvenidos a la época dorada de los documentales deportivos. Nunca hubo una era como ésta y todo indica que el asunto irá para mejor. Tal vez en otros sectores de la industria de los contenidos audiovisuales haya motivos para quejas sobre el largo adiós al cine de autor y la generación de series de fórmula. Pero en materia de documentales deportivos estamos asistiendo a una proliferación de docuseries, revisionismos y actualizaciones de acontecimientos deportivos como nunca antes. Hay muchos y todas parecen geniales. En general, para el fanático del deporte, no suele haber documentales “malos”. O no los distingue lo cual es casi lo mismo.
Hubo una era, pre Netflix, en la que una obra maestra como Once Brothers (2010) era una limonada en el medio del desierto. Durante años la conmovedora historia de Drazen Petrovic y Vlade Divac estuvo ahí en representación de todos los documentales deportivos hechos y por hacerse. Una joyita de la factoría 30×30 de ESPN que en Latam fue más fácil de encontrar en la compra del DVD en una manta callejera, que en alguna repetición de la TV lineal a la hora en que acechan los fantasmas de la madrugada.
El crecimiento exponencial de los documentales deportivos tiene su explicación en las plataformas de streaming lideradas por Netflix. Una nueva grilla asincrónica basada en el deporte, pelea y gana la batalla por el tiempo entregado al entretenimiento por el fan/espectador. Es un momento de abundancia de este género. Un documental sostenido y curado por la familia Schumacher nos permite viajar a la profundidad de un drama sobre el que el propio entorno controla la información del piloto de Fórmula 1 accidentado en una estación invernal de los Alpes franceses el 29 de diciembre de 2013. “Schumacher” es un documental que oficia de noticiero y nos pone en tema sobre la magnitud de esa desgracia. El periodismo deportivo reacciona y apura unos textos en los portales para informar algo nuevo, si puede, sobre el icono del automovilismo.
Ya hemos comentado aquí como Netflix tiene la capacidad de organizar la agenda de la cultura pop con fenómenos absolutos registrados como “The Last Dance” y “Gambito de Dama”, una serie que generó un revival del ajedrez y que fue el programa más visto de Netflix en todo el planeta durante 2020. The Last Dance ocupó el puesto número trece. En 2021 los capítulos de la serie Untold, con crudas historias sobre salud mental en el tenis, peleas a mano limpia en una NBA salvaje y biopics de personajes como Catlyn Jenner y Christy Martin, demuestran el espacio que ganan las narrativas deportivas que no tienen relación con los eventos en vivo. Sin embargo, los espectadores sienten que están viendo deportes cuando miran un documental en Netflix.
La frase “no miro las carreras de Fórmula 1 pero soy fanático de Drive to Survive” tiene su explicación en el fenómeno Netflix y en la buena lectura que tuvo F1 para comprender los nuevos tiempos. El éxito de la serie hizo que Ferrari y McLaren tuvieran que revisar sus decisiones y sumarse al show luego de la primera temporada. Ian Holmes, director de media rights de F1, le contó a The New York Times que “Drive to Survive” tuvo mayor audiencia en la tercera temporada que en la primera, una rareza para Netflix: “Ellos no dan datos, pero 99 de cada 100 series no superan en la segunda temporada la audiencia de la primera, pero Drive to Survive tuvo más en la tercera”, dijo Holmes. El crecimiento estimado entre 2019 y 2021 es del 39 por ciento en el aumento de la audiencia.
El día del estreno de la tercera temporada fue el contenido global más visto en Netflix y la tasa de finalización y la velocidad de consumo de los episodios lidera los datos estadísticos de la plataforma. El suceso hizo que Reed Hastings, CEO de Netflix, mascullara la intención de romper el paradigma creado por la compañía y “transicionar” hacia los contenidos en vivo, si le permitieran comprar en exclusiva los derechos de F1 para Estados Unidos. “Hace unos años se vendieron los derechos de la Fórmula 1. En ese momento, no estábamos entre los postores; hoy lo pensaríamos ”, le dijo Hastings a Der Spiegel. En tanto, la cuarta temporada de Drive to Survive ya está en marcha.
Hay un movimiento reciente que permite analizar mejor el momento del streaming deportivo en vivo y on demand. John Skipper, ex presidente de ESPN y ex CEO de DAZN, ahora formó su propia compañía para alimentar con podcasts y documentales a plataformas como Netflix, Apple y Amazon. Skipper se pasó al otro lado del mostrador. En una entrevista con Bloomberg dijo saber exactamente qué necesitan las compañías de streaming: terceros que les vendan contenido de calidad. En el caso de los propietarios de derechos deportivos, programas y documentales que sean el complemento del núcleo central de su propuesta: los eventos en vivo.
El artículo señala que plataformas como Hulu, HBO Max, Paramount + y Peacock salieron de shopping para comprar documentales deportivos y que Netflix tiene en carpeta tres títulos temáticos para lanzar. Skipper ofrece visiones muy jugosas sobre el paisaje del streaming deportivo que está sucediendo ahora, en el que él mismo pasó de comprador a vendedor. Siempre resulta simpático ver cómo estos ejecutivos defienden un concepto en un puesto y tienen otro nuevo cuando cambian de escritorio. En fin: nos quedamos con la fuerza con la que justifican sus argumentos. Y con todo lo que saben, como se aprecia en este intercambio:
–¿Qué aprendió sobre el negocio del streaming en DAZN?
-Llegué a comprender con bastante claridad el difícil desafío tecnológico que es distribuir contenido en tiempo real a escala. Estás intentando hacer decenas de juegos en un corto período de tiempo, un fin de semana deportivo. Eso es exponencialmente más complicado que entregar un gran repositorio de contenido que ya está en las computadoras. Netflix no envía un streaming a 900,000 personas a las 3 pm de una tarde.
Lo segundo que aprendí fue que en DAZN probamos deportes secundarios y deportes terciarios, pensando ‘ok, no funcionan en la televisión paga, pero hay 17 millones de fanáticos incondicionales del bádminton. Solo tenemos que conseguir el 9% para suscribirlos y tienes 300.000 personas ’. Nada de eso funciona. Lo que funciona es la pirámide de los derechos top de los eventos que la gente quiere ver.
-¿Dónde encajan los documentales en todo eso?
-El contenido que se necesita para la retención (de audiencia) es contenido complementario de los partidos principales, que son el core del negocio. No necesitas una gran biblioteca. Necesitas programas sobre la Serie A para los fanáticos de la Serie A. Cuando ESPN + llegue allí descubrirán que necesitan muchos menos programas de estudio. Si la gente viene (a la plataforma) de seis a ocho veces al mes, es suficiente. Necesitarán contenido complementario y lo comprarán a terceros en lugar de contratar a una gran cantidad de personal para hacer el suyo.
-Si tienen tanta gente trabajando en programas de estudio , ¿por qué acudirían a un tercero en lugar de hacerlo internamente?
-Tienen muchos recursos y mucha gente internamente que no tienen suficientes cosas para hacer. Los despedirán. Descubrirán que gastar un par de millones de dólares en un documental de un tercero será más eficiente que hacerlo ellos mismos.
Es un vaticinio de los tantos que existen y que pueden consumarse o no. Pero la idea es clara: si las plataformas de streaming deportivos serán un lugar de aterrizaje para el fanático y de asistencia esporádica (solo entro para ver el contenido que me interesa y luego salgo para seguir mi camino), es probable que el continuismo de los programas de debates y de paneles dejen de tener sentido en el streaming y sobrevivan únicamente para el canal lineal.
La pregunta es hasta cuándo ya que toda la fuerza de las compañías parecen estar en la mudanza al streaming. Paradójico: según la visión de Skipper, los talentos invitan a la audiencia a suscribirse a un lugar en el que probablemente ellos ya no estén.
“La mañana es un momento de rituales y los rituales son difíciles de cambiar. La mañana es un momento de conexión con lo que pasa en el mundo, querés estar atado a él. Por eso es poco probable que alguien por la mañana quiera ver Netflix. Si te interesan los deportes, lo más probable es que ESPN sea tu primer destino”, decía en 2018, Mike Greenberg, célebre host de un programa matinal que ESPN lanzaba en ese momento pensado para Snapchat. Lo nuevo ya quedó obsoleto.
Lo de los rituales sigue en pie, pero fluyen y se transforman. Y funcionan también con los contenidos no deportivos, como cuando nos entra este mensaje de WhatsApp:
-¿Qué hacen?
-Estamos viendo una serie.
-Ah, ok. No los molesto.
Del otro lado interpretan que estamos haciendo algo valioso. Si alguien se conecta por la mañana a su trabajo, sin haber dormido porque vio The Last Dance durante toda la noche, eso es apreciado. Hay un valor en lo que se interpreta como una gestión adecuada y plena del tiempo libre. Somos “mejores” porque vemos series interesantes.
—-
Los documentales deportivos se posicionan ya no únicamente como investigaciones que hurgan en acontecimientos emblemáticos del pasado, sino como el contenido de calidad que rodea a los eventos deportivos en vivo del día a día. De hecho definiciones como “documentales o docuseries deportivas” son términos que funcionan más como el etiquetado de los contenidos que como nombres propios: las propias plataformas apelan cada vez más al “TV Show” para diferenciarlo de todo lo que sean películas.
Hay otro factor que también explica la proliferación de documentales deportivos y que es casi una obviedad: la existencia de un pasado sobre el que cada vez existe más registro en video. Ese pasado se construye cada día. Las 24 horas iniciales de Lionel Messi en París Saint Germain, exagerando, generaron tanto material como un año en el Barcelona en filmaciones oficiales, la entrevista con Ibai y las cámaras de los smartphones de los fanáticos que se acercaron a recibirlo. Un documental sobre Messi precisaría de una curaduría de imagenes donde lo valioso puede estar hasta en el teléfono o las redes sociales de un fanático.
El consumo deportivo en plataformas de streaming, entonces, no sería solamente una forma diferente de acceder al deporte que nos interesa. No cambiaría solamente el modelo transaccional sino que esa transformación podría impactar en el tipo de contenidos que se produzcan y que veamos. Cada gran acontecimiento deportivo en vivo podría estar acompañado de un documental o una docuserie que lo rodee para abrir el apetito del fanático. Hay capacidad para contar una gran historia de algo que sucedió hace 40 años o de lo que pasó la fecha pasada. Entrar y salir al deporte aún en las plataformas que no sean deportivas. En el streaming veo solo lo que me interesa y después no me ves más.
Los servidores de Amazon, YouTube, Disney, Netflix, Apple, Peacock y Paramount+ tienen espacio ocioso hasta el infinito para alojar documentales que alimentan y configuran la nueva televisión deportiva. Es la última TV que conocemos. Nadie se atreve a declarar que sea la definitiva.
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