Una preocupación recurrente en las competencias de distintas partes del mundo es el tiempo que la pelota esta efectivamente en juego durante los partidos.
En la actualidad ninguna liga nacional, incluyendo las top 5 europeas, alcanza los 60 minutos de tiempo neto, un número que aparece como referencia desde que en 2017 trascendiera que la International Football Asociation Board, el organismo de FIFA que se encarga de actualizar las reglas del fútbol, estaba analizando que modificaciones incluir para que se jugaran dos tiempos de 30 minutos efectivos.
El análisis de los datos de Opta Stats Perform de la temporada 2021/22 de las cinco ligas top europeas y ocho competencias de liga en países latinoamericanos durante 2022, marca que en el viejo continente los partidos tienen un promedio de juego mayor (54:48 contra 51:14) y que solo el Brasileirão, que hace rato viene haciendo méritos para ser considerada una liga top global, registra un tiempo efectivo similar (54:51) al del fútbol de élite de Europa.
1. ¿Cómo se calcula el tiempo efectivo?
Cuando los proveedores entregan el dato del tiempo efectivo, este se extrae como consecuencia de la codificación del partido: las famosas más de 3000 variables que se capturan en directo en el nivel de cobertura más alto, donde cada evento del juego es ingresado con el timestamp (el minuto y segundo de juego donde sucede) correspondiente.
En consecuencia, cuando hablamos de mediciones en el fútbol profesional del tiempo efectivo de juego, los datos disponibles no son tomados, como se tiende a suponer, por una persona con un cronómetro parando el reloj manualmente cada vez que el balón se detiene.
En cambio, lo que se hace luego es tomar el dato del tiempo total del partido, utilizando el timestamp del pitido inicial y final, y restarle la suma de todo el tiempo que pasa entre eventos que detienen el juego (faltas, balones fuera, cambios, etc) y los que lo vuelven a activar (tiros libres, laterales, saques de arco, etc). Adicionalmente se contabiliza el número de veces que el juego se corta como puede verse en el gráfico de arriba.
La fórmula simplificada sería tiempo total – tiempo que el balón no esta en disputa, insistiendo en el hecho que el tiempo que la pelota no esta en juego es la suma del tiempo entre cada evento de corte y reactivación del juego. En general, el cálculo se genera post-partido y es sensible a los chequeos posteriores que hacen los proveedores, por lo que suele ser un dato que se presenta post y no durante el juego.
2. ¿Por qué se juega menos tiempo efectivo en algunas ligas?
La Liga Profesional Argentina aparece como una de las competencias con registro más bajo en el análisis hecho con datos de Opta – Stats Perform. Dejando de lado posibles explicaciones de tintes más sociales, como supuestas discusiones más largas con los árbitros o las mañas de los equipos para “perder” el tiempo, o incluso hipotesis del tipo admistrativas relacionadas con la estructura de los torneos y la cantidad de equipos, los datos ofrecen herramientas para profundizar en la temática desde costados intrínsecamente relacionados con el juego.
Si la analizamos comparativamente, en los partidos de la LPF de Argentina es donde hay menos eficacia en los pases: en promedio solo se completan el 74% contra el 79% de la DIMAYOR de Colombia, el 82% del Brasileirao o el 82.5% de la Ligue 1 francesa.
En la misma línea, la LPF local ofrece la media de pases por posesión (cadena/seguidilla) más baja de las ligas comparadas: 3.8 contra 4.5 de la Liga Mx o los 4.9 de La Liga española.
La menor efectividad de pases se asocia a juego más cortado y por ende con menos tiempo efectivo. Sin embargo, aquí se podrá argumentar que un pase mal dado no deriva necesariamente en un corte del juego, pero hay que tener en cuenta que la recuperación activa por parte del rival es solo una de las opciones, la pelota se puede ir fuera de los límites del campo (o es más sensible a que una interrupción/anticipo del rival lo haga), y un pase mal dado es más tendiente a derivar en un duelo ampliando las chances de que la fricción derive de una posterior infracción que corte el juego.
En general, son los equipos de mayor tenencia, y en consecuencia los que hacen más pases y más cortos, los que protagonizan los partidos más “largos” en cuanto a tiempo efectivo: un toque corto tiene menos chance de irse al lateral o de generar una disputa por la pelota en el aire, algo que, si puede dase por consecuencia un balón largo, siendo el juego directo más asociado a partidos más “cortos”. No sorprende que los choques entre Defensa y Justicia y River hayan sido los partidos con mayor tiempo efectivo de juego en los últimos dos campeonatos argentinos.
En cualquier caso, los motivos por los cuales en la LPF Argentina se juega menos tiempo no deben circunscribirse a esta menor precisión en el pase, una tendencia que puede problematizarse analizandootra métrica, el PPDA.
Medir cuantos pases hace el rival en sus primeros 60 metros del campo por cada acción defensiva propia, es uno (no el único) de los proxy para medir el nivel de presión que ejerce un equipo sobre la salida del oponente. Esta métrica se la conoce como PPDA por sus siglas en inglés (passes per defensive action).
En la competencia principal argentina, se registra el PPDA más bajo de todas las ligas comparadas, es decir que en el Torneo y Copa LPF los equipos permiten menos pases al rival que en cualquier que otras partes del mundo. Una idea correspondiéndose con dichos habituales de entrenadores y futbolistas que hablan del fútbol argentino como uno de los más friccionados y con menos tiempo para la toma de decisiones que existe.
Ahora bien, la forma en la que hemos presentado estos datos lleva inevitablemente a un dilema del tipo huevo/gallina: ¿en el fútbol argentino se pasa peor la pelota porque se presiona más o el PPDA de más bajo por qué se pasa mal el balón? Todo esto sin dejar de lado que la cantidad de pases que se intentan en los partidos de la LPF (757.7) esta por encima de otras competencias latinas pero debajo de las top 5 europeas.
Aquí los datos no ofrecen una conclusión definitiva, sino que entregan un punto de partida para qué analistas tácticos, entrenadores, preparados físicos y árbitros puedan sumar sus voces y experiencia en la profundización de la temática.
Una parte de este ejercicio la realizó el periodista Andrés Burgo en el diario El País una semana atrás, sumando al entrenador de Patronato Facundo Sava a la discusión sobre el tiempo neto. Algo similar había hecho Miguel García en Marca la temporada pasada, abordando la problemática desde Europa.
3. ¿Es la solución jugar 60 minutos cronometrados de tiempo efectivo?
Desde 2017 hubo pocas menciones oficiales al tema del tiempo efectivo, recién este año Arsene Wenger (que se encarga de estas cuestiones en FIFA) volvió a mencionar que están estudiando el tema. Esto parece indicar que aquellos 60 minutos de referencia señalados en 2017 por International Football Asociation Board, aún necesitan una revisión profunda.
Existen varios problemas con parar el reloj en el fútbol, que no tienen tanto que ver con su aplicación práctica (lo podría hacer el VAR o un arbitro asistente) sino con cuestiones más transversales al juego y la organización.
La tendencia en los últimos años de la mayoría de los deportes de equipo es ir hacia partidos más cortos. Desde la eliminación del cambio de saque en el vóley hace un par de décadas, hasta el acortamiento y segmentación de los tiempos en el hockey sobre césped, pasando por la delimitación a diez puntos del tie break en el quinto set en el tenis.
En el fondo, todos los deportes buscan determinar con el mayor grado de precisión posible, cuando va a terminar el juego y así, estandarizar su duración para facilitar la tarea de quienes programan torneos y grillas de transmisión.
Los partidos de fútbol, tanto los que tienen mucho tiempo efectivo como aquellos que duran poco, mantienen una duración total más o menos similar (entre 96 y 100 minutos en promedio) y son generalmente programados cada dos horas, con espacio para una previa y el entretiempo. Si se forzara un juego friccionado y con múltiples cortes, cuya duración actual neta es de 42-43 minutos, a durar 60 efectivos, las dos horas destinadas a la transmisión quedarían cortas y se perdería la referencia de cuanto puede durar un partido, que ante cortes continuos podría volverse exasperante como cuando en el vóley se alternaban el cambio de saque indefinidamente.
El otro punto para revisar tiene que ver con la preparación física: ¿en ligas donde se juega un promedio de 50-52 minutos netos, están los futbolistas preparados para disputar 60 todos los partidos?
La voz de los preparados físicos es clave en este punto, a quienes necesariamente habría que ofrecerles, al menos, una ventana de transición para evitar lesiones cuando los partidos se vuelvan más “largos” y darles márgenes para replantear los microciclos de cada semana.
4. ¿Cuándo un partido tiene bajo tiempo efectivo es por qué se jugó mal?
Es difícil medir que se considera un buen o mal juego únicamente desde los datos, pero en este caso sirven para evitar lugares comunes y consideraciones a priori.
Por ejemplo, no hay una relación lineal entre la cantidad de goles y el tiempo efectivo. Eso se refleja en las pequeñas diferencias en el tiempo neto promedio de los partidos sin goles (53:33) y los que tienen cinco o más (52:31). Tampoco varia demasiado el tiempo neto promedio en función del resultado final, aunque los triunfos visitantes duran un poco más (53:23) que las victorias locales (52:43) o los empates (52:59).
Otros análisis indican que la cantidad de substituciones, con el número “inflado” aún por las reglas modificadas por el COVID-19, tampoco es un factor que altere significativamente el tiempo de juego. Las interrupciones del VAR, si bien han impactado, en número y duración, durante las primeras semanas de su aplicación en diferentes competencias, tienden a disminuir con el correr de las fechas, algo que puede comprobarse en las últimas semanas en la LPF Argentina o la Primera División de Bolivia, ligas donde la implementación del VAR es más reciente.
Esta paridad abre una pista hacia una idea contra-intuitiva: los partidos más tediosos y cortados, no necesariamente son los más escuetos en cuando a tiempo de juego. Del mismo modo, los más entretenidos y con más acción en las áreas, tampoco son necesariamente los más largos, por el contrario, como vimos previamente, los cero a cero tienden a durar más.
El tiempo neto parece estar más vinculado al tipo de juego, por eso vemos partidos más largos en competencias con mayor efectividad y volumen de pases. Además, en las top 5 europeas (y en el Brasileirão) las diferencias entre los equipos de punta y el resto tienden a estar más presentes, por consecuencia los equipos dominantes imponen su dinámica en los partidos y eso también contribuye a que estos se hagan más largos: los campeones de las última temporada de las top 5 ligas europeas y la Serie A Brasileirão, son también quienes protagonizaron los partidos con las medias más altas de tiempo efectivo de juego en dichas competencia, algo que no sucedió en las otras ligas latinas analizadas.
Más sobre el Tiempo Efectivo de Juego en esta charla con «Voces en el Deporte» de RCN Radio Colombia
5. ¿Cómo se soluciona el bajo tiempo efectivo de juego en el fútbol?
Esta claro que el problema tiene un nivel de complejidad que supera lo que se puede hacer desde los datos aquí analizados y que requiere el aporte de los diferentes actores dentro de la industria del fútbol. Sin embargo, si un emergente puede extraerse de este análisis, este tiene que ver con un posible cambio de enfoque sobre el tema.
La solución no parecería estar en la medida punitiva de cronometrar estrictamente y obligar que el juego dure 60 minutos, forzando las consecuencias físicas y estructurales antes expuestas. Además, no tenemos herramientas para concluir que partidos más largos son necesariamente mejores espectáculos: insisto, un juego friccionado y cerrado que hoy dura 40 minutos de tiempo efectivo puede ser aún más aburrido, tedioso y cerrado si se lo obliga a extender su duración. Lo que nos aburre de un partido de fútbol, no esta solo ligado a los cortes, sino que primero tiene que ver con la dinámica de como fluye el juego. En todo caso, lo que termina de fastidiarnos son los cortes, y eso crea la percepción de que en un empate a cero se juega poco.
El punto pareciera estar en ayudar a cambiar esa dinámica del juego para que la extensión real se estire “naturalmente”, entregando herramientas para que las autoridades (y los hinchas) puedan distinguir cuando el juego se acorta por planteos lícitos (como el de los equipos basados en el juego directo o los partidos con muchísimos goles) y cuando se busca perder el tiempo intencionalmente.
Para eso, todavía hay margen para intentar soluciones con armas ya disponibles: aumentar el tiempo agregado, mejorar los campos de juego para facilitar la precisión en los pases, agilizar protocolos de VAR, dinamizar el trabajo de los alcanza pelotas, volver activas reglas pasivas como los seis segundos en los saques del arquero y varias otras alternativas desde las cuales el fútbol puede ocuparse de este problema, sin insertar modificaciones que alteren su naturaleza de raíz.
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