El sábado 9 de enero por la noche, en mi frecuente scrolleo automatizado por Twitter mientras la segunda pantalla grande del living me mostraba fútbol, me encontré con una transmisión en vivo de la Drone Racing League (DRL) que llevaba media hora de inicio y tenía alrededor de 98 mil espectadores concurrentes. Ya no recuerdo que buscaba en Twitter, pero fue ímposible no quedarse ahí. Se trataba del nivel 14 de la Allianz World Championship 2020 y de highlights de la carrera de campeones de Singapur de 2019. La elite de 12 pilotos de la DRL y contenidos creados especialmente para un streaming que salía también por la plataforma de NBC en Estados Unidos y por Facebook. Al momento de escribir este artículo, ese tweet, lleva 25 millones de reproducciones.
El llamado a conquista a las nuevas generaciones de fanáticos del deporte siempre remite a una pérdida. Una idea que apela a recuperar aquello que el deporte tradicional, por lo general el fútbol, ya tenía por herencia cultural y emocional. Algo así como: “Soy el fútbol/básquet/ tenis/béisbol, aquí vinieron y compraron tu bisabuelo, tu abuelo, tu padre y ahora te toca comprar a tí. Sé que la tengo complicada, pero me perteneces…”. Los consumidores de las carreras de drones a nivel global escapan a este postulado e imagino que otras formas de consumo de entretenimiento con reglas, entre los que están los esports y el freestyle, también eluden estos supuestos códigos.
Veamos algunos datos
- Drone Racing League comenzó en 2016 con una inversión de 50 millones de dólares para posicionarse como la liga privada más fuerte del mundo.
- La primera temporada fue seguida por 28 millones de fanáticos por ESPN y actualmente cuenta con 57 millones de fanáticos en 90 países del mundo.
- Según datos de DRL, los fanáticos norteamericanos de las carreras de drones no son seguidores de ninguna de las cinco grandes ligas deportivas: NFL, MLB, NBA, NHLy MLS.
- Según datos de T-Mobile, los fanáticos de las carreras de drones se interesan 14 veces más por la tecnología que otros fans y tienen 4 veces más posibilidades de consumir videojuegos.
Los insights que entrega una disciplina que no tiene más de cinco años de existencia son contundentes. La DRL acaba de hacer una serie de acuerdos que impactaron a la industria del deporte en Estados Unidos.El primero de todos fue con Allianz, la compañía multinacional de seguros. Con T-Mobile van juntos para construir un ecosistema de drones y generación de contenidos basado en el 5G. DRL ya había firmado un convenio con Genius Sports para la captura oficial de los datos de las competiciones. Ese “deal” dio paso al negocio principal: DraftKings, el gigante de los juegos de fantasía, es el nuevo socio en apuestas deportivas. DraftKings entendió que pasaba algo especial con DRL cuando comprobó que las carreras de drones, tras ofrecer juegos “free to play” a sus clientes durante 2020, habían tenido un 30 por ciento más de aceptación en la primera semana que cualquier otra oferta con deportes nuevos: llevan más de 150 mil apuestas exclusivas destinadas a DRL.
DraftKings entendió que pasaba algo especial con DRL cuando comprobó que las carreras de drones, tras ofrecer juegos “free to play” a sus clientes durante 2020, habían tenido un 30 por ciento más de aceptación en la primera semana que cualquier otra oferta con deportes nuevos: llevan más de 150 mil apuestas exclusivas destinadas a DRL.
Comprender el fenómeno
El fenómeno requiere de la ayuda de un especialista. Consulté entonces a Nicolas Honeker, que es socio fundador de Drone Racing Buenos Aires (DRBA), la única entidad en la Argentina que organiza carreras de drones a nivel local y con participación de competidores de otros países sudamericanos. Está vinculado a la actividad de los drones desde 2015. Nos cuenta:
“El modelo que tenemos en la Argentina se espeja más con lo que sucede en Europa que en Estados Unidos. El drone es un VANT: Vehículo Autónomo No Tripulado y está sujeto a reglamentaciones de la aviación. En la Argentina, el mercado de los drones está discriminado del siguiente modo:
80% se utilizan para el segmento de contenidos audiovisuales.
10% en áreas de seguridad.
9% en el agro para control de cultivos.
1% con fines recreativos.
Dentro de ese 1 por ciento están los drones competitivos, mezclados con los juguetes”. Hablamos en la Argentina de un total de 17 mil drones, de los cuales un estimado de 13.500 están registrados en las oficinas públicas.
DRBA tiene en su radar 500 drones de competencias. Honeker asegura que un buen drone de carreras cuesta 150 dólares. “Eso incluye sus cuatro partes: chasis, cuatro motores, flight controller y cámaras de video que transmiten en tiempo real lo que captura el drone. No hay comparación con lo que sucede en Estados Unidos o en otras partes del mundo, pero los drones en esencia son los mismos y las competencias son las mismas. Cambian las inversiones y el volumen de competidores. En Argentina hay 500, solamente en Pasadena (California) hay 15 mil drones de carreras y Estados Unidos tiene no menos de 1.500 centros de entrenamientos para drones”.
Las carreras de drones son cortas y explosivas. Mangas con series de no más de 4 o 5 minutos. Es decir, lo máximo que dura la carga de batería del drone. Los pilotos tienen su controlador, se ponen gafas de realidad virtual y se desplazan como si estuvieran sobre vehículos tripulados. Los pequeños artefactos de 20 x 30 cms y menos de 500 gramos de peso, atraviesan obstáculos de 1.80 x 1.80 metros a una velocidad que puede alcanzar los 150 kilómetros por hora. De noche, son rayos de origen LED que pueden organizar un mini Star Wars dentro del Hard Rock Stadium de los Miami Dolphins. Los espectadores siguen las carreras en modo “first person view” y tienen la misma visión que los pilotos. Ahí está el gran secreto del asunto: las carreras de drones lograron la inmersión subjetiva que decenas de deportes intentaron y no pudieron. Durante la pandemia, las carreras fueron todas virtuales con el DRL Sim, el juego de simulación publicado en 2017.
“Ese fue un acierto de DRL. Sacaron su propio simulador que se descarga desde STEAM y el piloto puede conectar vía USB en el videojuego el mismo controlador que utiliza para las carreras reales. Sin ninguna duda que la visión del piloto es lo que atrapa a los espectadores, pero para quienes están en la industria de los drones eso no es sorpresa: estamos en un ecosistema plagado de influencers en YouTube que recomiendan productos de fabricantes. Los fanáticos están en la población que va de los 18 a los 35 años y solo compran lo que recomiendan los influencers”, dice Honeker.
La captura de nuevas audiencias con estos formatos de competición cortos y explosivos es un banquete que el Comité Olímpico Internacional no quiere perderse. Antes del inicio de los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, el COI organizó el foro “Deporte en Acción”, dos jornadas de debate sobre el olimpismo y las nuevas tendencias. Ahí escuché como Susan Schodel, secretaria general de la Federación Internacional de Deportes Aéreos (FAI), imaginaba cómo los nuevos fans serán los diseñadores de los próximos consumos deportivos: «Las tecnologías y las sociedades moldean el concepto de deporte de cada época. Además de habilidades físicas, a un deporte lo hacen sus reglas y un entendimiento común cuando se compite. Me pregunto si el aladeltismo no podría ser un deporte olímpico. Hay impulso a través del cuerpo y no hay motores. Más adelante discutiremos si las carreras de drones serán o no un deporte como los tradicionales. Las audiencias lo definirán».
Buenos Aires 2018 fue una incubadora de esos nuevos formatos con el básquet 3X3, la escalada deportiva, el breaking. Disciplinas urbanas y de perfil generacional que alcanzaron la pantalla grande para Tokio 2020 y París 2024. Dos años más tarde, FAI admitía a las carreras de drones dentro de su estructura deportiva aún contra las protestas de los viejos amantes del aeromodelismo. Para entender un poco las diferencias: la Drone Racing League vendría a ser como la “NBA” de las carreras de drones. El resto de las competiciones de drones quedan bajo las reglas de FAI, que sería la “FIBA”. El calendario 2021 tiene ya más de cinco competencias confirmadas por FAI, mientras que DRL sigue con su espectáculo de luz y sonido con el tope de gama de los pilotos de las carreras de drones.
Nuevos formatos. Nuevos fans. Nuevos contenidos que antes de 2016 no existían. La superposición de los entornos físicos y digitales alumbra una nueva categoría de deportes híbridos que cobran más sentido cuando la pandemia continúa siendo una amenaza para los espectáculos. El maridaje entre el ciclismo de alto rendimiento con la plataforma gamificada Zwift ofrece una combinación de ciclistas de elite con versión animadas de carreras callejeras y de ruta, que a primera vista lucen como sustitutos de las competencias reales. Pero son más que eso. Son el complemento de las viejas experiencias.
La superposición de los entornos físicos y digitales alumbra una nueva categoría de deportes híbridos que cobran más sentido cuando la pandemia continúa siendo una amenaza para los espectáculos.
Cada disciplina deportiva hoy tiene su simulador que ayuda a construir un nuevo engagement y ofrece contenidos que el cerebro del fan registra con la misma pasión y entusiasmo que las prácticas deportivas de otras décadas.Las miradas en primera persona de las experiencias deportivas y de gaming son propiedad registrada de una generación que se entretiene e incorpora habilidades al ver lo mismo que ve el gamer, el piloto de drones, el conductor de F1 y el avatar en FIFA antes de ejecutar un penal.
Hace cinco años las carreras de drones eran un capricho de millonarios en Dubai que se ponían gafas de realidad virtual que valían 600 dólares “por pera” para asistir a un espectáculo inmersivo de luz y sonido desde la perspectiva del piloto. Ahora, en los barrios de Buenos Aires, en los suburbios de Pasadena, hay muchos chicos y todavía pocas chicas, que vuelan sus drones sin ponerse a pensar si eso es o no es un deporte. Eso lo deciden las audiencias. Se verá, pero la tendencia ya es muy marcada.
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